jueves, 24 de mayo de 2012

Guilty Pleasures 3


Hoy me encuentro en Praga. Llevo toda la semana aquí, cosas de trabajo. Como estos europeos tienen esa costumbre tan cachonda de comer a las 12 una mierdecica, por la tarde tenía hambre. De acuerdo, los europeos suelen ponerse hasta el  ojete durante el desayuno, que ríete tú del clásico vasolechecongalletas hispánico, o el clásico laxante zumo de naranja más café. Pero esta mañana me he dormido cinco minutos más de la cuenta. O me he duchado cinco minutos más de la cuenta. O he tardado en ponerme el traje de luces cinco minutos. Es igual, sea como sea, se me ha hecho tarde, y no he desayunado.

Total, que esta tarde me he librado de todo compromiso social y he salido a dar una vuelta por la ciudad solo. Al pasar por la Plaza de Wenceslao (Václavské Námêstí) no me he aguantado la tentación de pararme en uno de los puestos callejeros de salchichas y comerme un clásico bocata de salchicha checa. Y por si acaso, no fuera a ser que hubiera adelgazado algún gramo, me he metido a cenar en un restaurantito no muy  lejos de mi hotel, una pizza y una jarra de cerveza.

Ahora, claro, me siento un poco mal. Soy un jodido pozo sin fondo. Y mi estómago me lo está recordando. Se está vengando de mis excesos con chorretones de ácido. Qué le voy a hacer, si me gusta la basura. Sí, por supuesto que disfruto de un magret de pato o de un rape a la plancha en su jugo, de los melocotones de calanda y del té verde. Pero también me gusta comerme frankfurts, hamburguesas, pizzas, shawarmas o pollo frito. Por no hablar de las patatas fritas en todas sus variantes, la coca-cola, la cerveza, el Dr. Pepper… aissss…

Será por todo ello que me he acordado de los Guilty Pleasures… hacía ya algunas semanas que no mostraba mis vergüenzas al mundo, así que vamos a ello, directos y a la yugular.

Y comenzaré con una canción que para más inri pertenece a ese maravilloso pop español que promocionan en las cadenas cuarenta de la vida. Cómo llegué a ella? Cosas del amor, amigos, no preguntéis. Y es que hoy iba a mencionar al jitazo de Nena Daconte “Tenía Tanto Que Darte”… si es que me estoy avergonzando conforme lo estoy escribiendo. Todo en esta muchacha es vergonzoso. Participó en un concurso de cantantes de la tele. Se enrolló con uno de los músicos de sesión que participaban en una gira donde cantaban todos estos artistazos, y formaron un dúo al que bautizaron con ese nombre… ESE nombre…

Pero una cosa os diré… la canción funciona! Y no sé si es ese ritmillo, el órgano, las palmas o el reprise final con los vientos, pero me recuerda ligeramente al glam inglés. Alguién dijo Marc Bolan? Tratad de abstraeros de la voz y de la pinta de pánfila que tiene la muchacha. Tratad de olvidar la absurda rima. Ahora? Todavía no?



Y el siguiente corte-Guilty Pleasure es uno de esos hits que se convirtieron en incontestables de principios del siglo. Me refiero al clásico de Outkast “Hey Ya”. Bueno, que me aspen si no suena a una mezcla entre Stax y el chiclepop más sesentero. Una estructura de rock clásico de cuatro acordes y una tonada bailable y pegajosa. En su momento, la pillé por la radio, hace años, yendo en un coche alquilado, por lo que sólo podía disponer de lo que las ondas me proporcionaran. Y desde luego me alucinó. En esa época teníais que ver a éste, vuestro juntaletras favorito dándolo todo en la pista del dancing, en un deplorable estado etílico, mientras sonaban estas negritudes.



Con el paso de los meses y al final de los años, acabé aborreciendo la canción. Me carga particularmente ese intermedio del “shake it – sha – sha – shake – it”, etc… pero sigo considerando que la estructura es de una simplicidad que atrapa. Yo haría una relectura del tema con una producción diferente, y a triunfar. No soy el único que piensa eso, mi admirado Greg Dulli se pasó una temporada haciendo una potentísima versión rockera de este “Hey Ya” cuando giraba con sus Twighlight Singers. Y podemos decir que Greg Dulli sabe algo de música, ¿no creéis?


miércoles, 16 de mayo de 2012

2934


Esa es la respetable cifra de tweets que llevo. Porque, por si alguien no se ha fijado, entre toda la morralla en la columna derecha de mi plantilla de blogger, tengo Twitter. @carloskarmolina , nombre tontito y cutre que utilicé, presa de la impetuosidad del momento, y que ahora no voy a cambiar. Si es que con esto de los nombres, hay que tener cuidado. Uno se deja llevar por la emoción, embriagado de una rápida respuesta, en un lo quiero y lo quiero ahora, y acaba teniendo estas situaciones. No, no me lo cambiaré, aunque reconozco que hubiera estado mejor algo como @maxpower o @xraymadman.

Me hice una cuenta de Twitter hace como un año y medio, movido por la lectura de artículos en los que se decía que era el summum de la modernidad, amén de una ventana al mundo, a la cultura, la contracultura, y al contacto más directo con artistas, músicos y demás faranduleo. La realidad es que no me aficioné realmente a esto del Twitter hasta hace cosa de 9 meses. Por lo que se puede decir que de esos 2934 tweets mencionados, unos 2900 son de este período.

Al final, como todo, el tiempo, qué jodío, pone las cosas en su sitio. Incluido el dichoso Twitter. Ahora se pierde el culo, así, en general, hablando mal y pronto, por lo que se comenta en Twitter, los medios de comunicación tratan de sacar tajada, y parece que lo que no es trending topic (TT), simplemente, no es. No existe. Y queridos, se lo digo aquí y ahora. Todos los trending topic son asuntos populares, pero no todos los asuntos populares son trending topic. Y francamente, es mejor así. Una ojeada a los TT de cualquier momento son como para deprimir a cualquiera que no tenga a “Mujeres, Hombres y Viceversa” como referente cultural de cabecera. La política más populista, fútbol y temas relacionados con la tele están siempre presentes. Luego hay un sector de fans en el sentido más “SuperPop” del término (los que pasan la treintena me entenderán) que necesitan que su idolito del momento esté presente en ese concurso de popularidad constante. Así, Justin Biever, Lady GaGa o 1D siempre tienen su espacio. Y finalmente, otros asuntos más naïve, si me lo permitís... cada mañana hay un TT de Feliz Lunes, o Feliz Martes, o TGIF (Thanks God It's Friday)... a mí, personalmente, me pone particularmente violento mirar el móvil un lunes a primera hora de la mañana y encontrarme eso de “Feliz Lunes”... ¿Feliz Lunes? Feliz estaría si pudiera reventarte los dientes con un bate de beisbol, jodido baboso.

El asunto de seguir a músicos, gente del cine o escritores, suele llevar a decepción. No olviden esto, queridos, lo mejor del Twitter son los anónimos, no los famosos. En general, las opiniones de ese músico que tanto te apasiona, por lo menos las que vierte en los 140 caracteres, suelen ser entre aburridas y causantes de vergüenza ajena. Lo cuál humaniza, claro. Sí, habrá actuado en ese peliculón, y habrá hecho un papel de esos que te llegan al alma, pero diablos, qué soso es y qué opiniones de mierda refleja. Y al final, el business es el business, y una gran mayoría utilizan el Twitter básicamente como una herramienta de promoción. Hoy actuaré en Denver, qué bonita ciudad. Hoy me entrevistan en el programa del Canal 52, no os lo perdáis. Y así.

De modo que si algo he descubierto, es que lo mejor de Twitter son los anónimos. Realmente, hay mucha inventiva, sentido del humor, ironía y, en general, calidad, por ahí fuera. Y es curioso, porque hay algunos tuiteros que resultan ser una suerte de estrellitas de este pequeño firmamento, anónimos con miles de seguidores. Probablemente, merecidos. Y bien por ellos, el Twitter es, finalmente, eso, seguir lo que dice una persona. No la sigues por sus obras (entonces entraría en el capítulo mencionado anteriormente de músicos, actores, etc...) sino por lo interesante o divertido que son sus tweets. Si Twitter tiene una esencia, es ésa.

Por supuesto, también se puede usar como una red social de comunicación y de contactos, un poco lo que habían supuesto messengers, foros, chats y hasta Facebook. Yo mismo también lo uso en ese sentido, y me ha proporcionado grandes momentos. Algunos de ellos verdaderamente divertidos, interactuando con gente que conocía, pero también (y ahí está la gracia), con gente que no conocía. Personalmente puedo decir que hay muchos momentos de tedio que me los apaña el mirar la pantallita del móvil, y al final, acaba creando una suerte de adicción.

Acabaré diciendo que aunque con alguno de mis lectores de este blog ya interactúo vía Twitter, me gustará hacerlo con quien lea estas líneas y le apetezca. Ya sabéis, @carloskarmolina

Canciones:

Radiohead: “Vegetable”
Alabama Shakes: “Hold On”
R.E.M.: “Country Feedback”

lunes, 14 de mayo de 2012

Los asesinos, los suicidios, los visitantes inesperados y Australia


Hace mucho que no escucho a The Killers. Durante un tiempo lo hice, he de confesar. No os creáis, no hay ningún tipo de rubor, si bien es cierto que esta clase de confesiones me resta credibilidad ante la parroquia ruockera de NDK. En fin, de un tiempo a esta parte no creo en los carnets de rockerío que en su momento repartía el apóstol César Martín, y estas martingalas de lo que se debe y lo que no se debe escuchar me la traen bastante al pairo.

Todo empezó hace quince días, cuando leí en el diario la noticia del suicidio de un miembro de la banda. Ahí los amigos de El Periódico De Catalunya jugaron con el sensacionalismo, puesto que el suicida era un tal Thomas Marth, saxofonista no considerado como miembro oficial del grupo, aunque sí un músico de apoyo que llevaba un par de álbumes colaborando con el grupo. Pero claro, vende más si en el titular dice “se revienta la cabeza un miembro de The Killers” que no si se titula “se suicida Thomas Marth, saxofonista conocido por sus colaboraciones con The Killers”. En cualquiera de los casos, en ese momento llamaron a la puerta. Me levanté del sofá a abrir. Lo hice sin escrutar la mirilla, craso error. Abrí y sin mayor dilación me dijo “hola, soy tus recuerdos” y se coló en mi casa. De modo que saqué unas patatuelas y un par de birras. Total, ya lo tenía dentro, qué iba a hacer? Era demasiado grande y fuerte como para echarle a patadas, aunque con gusto le hubiera tirado por la puerta como hacía el Tío Phil con Jazz.

The Killers habían sido para mí los tíos que cantaban aquello de “Somebody Told Me”, un tema que no estaba nada mal. No les tenía sino por unos candidatos a los Jitazos Fugaces, hasta cuando publicaron “Day & Age”, en 2008, si bien, al principio, no le hice mucho caso a ese disco. Sin embargo, en los bares y en las radios, comencé a escuchar continuamente una canción que me recordaba horrores a los U2 de primeros de los 90's, a una canción por la que el Bono de hoy en día vendería a su madre. Supongo que atraído por ese single, un buen día, en FNAC, dando lo que era al principio una inocente vuelta de reconocimiento, me entró uno de esos arrebatos en los que el dinero te quema en las manos, y comencé a coger CD's de los estantes. Sin saber bien cómo, había salido con varios euros de menos, y varios discos de más, fruto de una compra compulsiva. Entre ellos había ese “Day & Age”. Y os diré, queridos míos, que el disco no está pero que nada mal. Es más, me parece un disco de pop fuera de clasicismos y muy interesante. Ecos de los U2 de 1991-1992, aureolas glammy, mucho Bowie, tanto de los 70's como de los 80's, un cierto deje ochentero también en forma de Tears For Fears o, incluso, algo de The Cure. ¿Qué os parece?

Y a la tercera birra, después de gorrearme las patatas, mi invitado forzoso me explicó de qué iba todo aquello. Tres momentos de los tres últimos años vendrían a visitarme como los tres fantasmas que fueron a ver a Evenizer Scrooge, todos ellos por obra y gracia de los dichosos The Killers. Uno de ellos me lleva a mi primer viaje a Australia, en mayo de 2009. Estaba alojado en un jodido suburbio de Melbourne, llamado Kew. Un sitio sin nada que hacer donde tenía un pub cercano en el que pude disfrutar una noche de un partido de fútbol australiano mientras me ponía hasta el Ohio de cerveza, de manera que llegué haciendo eses a mi hotel y me quedé dormido con ropa. Qué queréis, era mi última noche allí.

Y cada mañana, al despertar, encendía el televisor, y sintonizaba un canal de videoclips. Ya sabéis, el típico canal de clips tipo radiofórmula. La radiofórmula en Australia es mejor que en la Celtiberia, os lo puedo asegurar. El caso es que cada maldita mañana programaban los mismos videoclips. A la décima mañana viendo eso, uno tiene la sensación de estar en “Atrapado en el Tiempo” y de que Sonny & Cher están a punto de sonar. Me salvaba un clip, el de “Spaceman” de The Killers, un tema que me recuerda un poco al Bowie de “Diamond Dogs”. En cualquiera de los casos, ya esperaba, cada mañana, mi sesión de “Spaceman”, para poder arrancar el día. Ponerme a cantar y bailar esa canción, en calzoncillos, en mi habitación, se convirtió en un ritual.

Y después de esta confesión, me perdonaréis que no dé más detalles de los otros dos fantasmas/momentos que me visitaron. Cuando se acabó la cerveza, mi asaltante se marchó de casa, aunque el muy ladino se despidió con un “hasta la próxima” que me tocó las narices.


Canciones:

The Killers: “Spaceman”
Iggy Pop: “Dum Dum Boys”
R.E.M. : “Driver 8”

domingo, 13 de mayo de 2012

A Fuerza De Cariño


recordáis esa serie? Título ridículo, blandengue y ñoño donde los haya (el original era “Life goes on”) para un serial que emitió Tele5 en 1991 o algo así. Lo cierto es que nunca llegué a ver ningún capítulo de la misma. Francamente, no le apreciaba mucho interés a una serie que trataba acerca de una familia con uno de los hijos que tenía síndrome de Down. No puedo juzgar, pues, la calidad de la misma, si bien ese título hacía que apestara a sensiblería barata. Este tema de las enfermedades y las disminuciones tanto físicas como psíquicas suelen ser tratadas de un modo bastante cursi y piadoso. Una de las pocas excepciones la encontramos en ese fascinante Tyrion Lannister de “Juego De Tronos”.

Pues volviendo a “A Fuerza De Cariño”, quisiera compartir una duda con vosotros, mis fieles lectores. El personaje protagonista, el muchacho con síndrome de Down, se llamaba Corky. Como quiera que la serie en cuestión se hizo más o menos popular entre la chavalería, al menos en mi barrio, los críos comenzamos a utilizar el nombre de “Corky” como un insulto. Ok, no es muy polícamente correcto el uso de términos tales como “subnormal” o “retrasado” a modo de insulto, pero es una realidad que se usan, y de niño, en mi barrio, los usábamos bastante. De ahí a utilizar “Corky” como sinónimo del peyorativo “subnormal”, todo fue uno. Y sí, insisto, no es muy elegante, pero no me negaréis que la chavalada teníamos ese punto de inventiva y de mala leche tan propio de los barrios hispánicos. “¿Eres Corky o qué te pasa?” … frases así se podían escuchar en las plazas y parques de mi barrio.

Y eso que no recuerdo que Tele5 emitiera “A Fuerza De Cariño” por mucho tiempo ni en un horario prime time. No importa, Corky prevaleció entre la jerga infantil, de tal modo que seguro que pasados unos meses, usábamos ese “insulto” sin ni tan siquiera conocer su procedencia. Mi pregunta es, ¿ocurría eso también en otros barrios y en otras ciudades? ¿Se sigue usando la palabra “Corky” o ha desaparecido como “molongui”, “cantidubi” y “myspace”? Toda información será bienvenida. Gracias.

Canciones:

Counting Crows: “Have You Seen Me Lately?”
The Thrills: “Santa Cruz You're Not That Far”
Kiss: “I Want You”

miércoles, 9 de mayo de 2012

London Calling


Esto de los juicios de valor hechos desde el desconocimiento, es lo que tiene… Cuando empecé a escuchar rock n’ roll oí hablar de una banda llamada The Clash. Se hablaba de ellos como uno de los grupos seminales del punk británico. Se suponía que tenía que ser la hostia. Duro y directo como un puñetazo. Como un escupitajo en la cara. Se hablaba, principalmente, del disco “London Calling”, que tenía esa portada con ese destrozo de guitarra. Bueno, para un ignorante en cosas del punk, si algo tenía que significar el concepto “punk”, tenía que ser, forzosamente, aquello. Y cuando escuché por vez primera el disco… bueno, digamos que me sorprendió. Aquello no sonaba tan duro ni tan rápido ni tan directo como yo tenía en mente. Supongo que son cosas de haber escuchado música de los 90’s (pongamos nombres desde Guns n’ Roses hasta el mundo grunchi)… ¿y aquello era punk? Quiero decir, no es que no me gustara, no era eso. Pero no era un puñetazo ni un escupitajo ni una botella rota contra la pared… aquello era una amalgama de rock n’ roll, cositas de pop y algo de ritmos caribeños. De algún modo, me pareció “blando”. Supongo que “London Calling” puede descolocar fácilmente, desde luego, no es "Nevermind The Bollocks”… he oído decir sandeces como que “London Calling” y The Clash eran más punk por la actitud que por su música en sí. Como si eso tuviera la menor importancia.

En cualquiera de los casos, significara lo que significara, “London Calling” resulta ser un disco de los que requieren de atención y escuchas, pero que a su vez, proporcionan momentos y matices que a veces pasan inadvertidos de entrada.


Por alguna razón que no acierto a comprender, me he levantado con “London Calling”, en esta ocasión me refiero a la canción, en la cabeza. Y automáticamente me ha llevado a un momento y a un lugar. Sala Màgic, en Barcelona. Años ha. Hora: las perritantas de la madrugada. Cerca de la hora de cierre. Íbamos 3 individuos, en un estado etílico deplorable. Uno del trío llevaba un estado etílico aún más deplorable que los demás. En un momento, los otros dos me abandonan, uno iba a acompañar al tercero al lavabo, a ver si se espabilaba. La nebulosa puebla mi mente. De modo inesperado, tengo una de esas experiencias místicas, como si me desdoblara, y una parte de mí sale del cuerpo, hacia el exterior, y me veo a mí mismo, desde fuera, subido en el (mini) escenario de Màgic, solo, cantando y bailando “London Calling” como si me fuera la vida en ello, como si tuviera que ser el elegido para sustituir al malogrado Joe Strummer. Nunca una canción me pareció tan cojonuda.

Canciones:

The Clash: “London Calling”
Counting Crows: “Rain King”
Little Caesar: “Every Picture Tells A Story / Happy”


lunes, 7 de mayo de 2012

Joe Cocker... Live


Por alguna extraña razón Joe Cocker me recuerda a mi padre. No es que me recuerde físicamente, lo suyo es más un rollo Phil Collins (lo siento, papa...). Cuando llegué a la pubertad, esa edad en la que los humanos, especialmente los machos, tenemos que bromear y chotearnos del semejante, como una manera de marcar el territorio, mis amigos me lo decían. Qué bonita es la adolescencia. En fin, esa es una realidad, como también lo es que cuando uno es adolescente, sigue viendo la amistad como un lazo irrompible entre personas, hermanos de sangre, de ese modo novelesco. Dura poco, no obstante. Pronto averiguamos que esos lazos, como todos, también se pueden romper. No es mi cometido, sin embargo, el teorizar sobre la adolescencia. Y sí, mi padre tenía un cierto aire al jodido Phil Collins. Y Joe Cocker, qué pinta en todo esto? De niño veía en Joe Cocker un estilo de hombre similar al de mi padre, que ni tiene el pelo claro, ni los ojos claros, ni barba, pero sí esa presencia de Hombre. Ya sabéis, de esos de pelo por todo el cuerpo, afeitado diario, frases tipo “a lo hecho, pecho”, paquete de Marlboro, ropa sencilla, nada de complementos (anillos, cadenas, pañuelos,...), un ejemplar de El Periódico De Catalunya bajo el brazo, nada de ir a bares, trabajo de sol a sol. A día de hoy soy todavía incapaz de entender qué relacionaba en mi mente infantil a dos personajes aparentemente tan distintos como Joe Cocker y mi viejales.
Vinilamen de los que hacen afición ... (sí, al final, me lo agencié)
Sí que recuerdo, eso sí, que a mi padre le gustaba Joe Cocker. No era mi progenitor hombre de muchos discos, él era más de escuchar música en la radio. Cuando sonaba alguna canción del británico, la disfrutaba. Solía decir comentarios como que se trataba de “el cantante blanco con la voz más negra”, que recordada ahora mismo, suena un poco cutre, como a nota de prensa baratilla o a apostilla de locutor de Radio 80 Serie Oro. 

A Joe Cocker se le reconocen 2 etapas claramente diferenciadas. La primera se engloba desde 1969 hasta mediados de los 70's. Entonces era un cantante británico de largas melenas, altote, delgado, patillas de esas de cubrir toda la cara, y, eso sí, una capacidad para hacer versiones de temas ajenos realmente acongojante. Fue una de las caras reconocibles del Festival de Woodstock, se rodeó de músicos tremebundos y grabó algunas canciones memorables.
Anunciado en TV!!! acabáramos... garantía de calidad...
La etapa final de los 70's fue más complicada. Con el cambio de década y su querencia por el alpiste, que menos lejía, llegó a beberse de todo, acabó dejando el bebercio y volvió a las primeras líneas de la industria musical, pero con un estilo mucho más cercano al AOR, al rock de adultos con toquecitos soul, de ese que sonaba bien en los anuncios de la tele. La chavalería había pasado por el punk, por la new age, por la disco music, por el revival rockabilly, por el heavy metal... seamos sinceros, en realidad se trató de un movimiento inteligente. Difícilmente iba a conquistar al público, digamos, “joven”. Cocker tenía 38 años y le llegó una oportunidad de esas que te resuelven una vida, pero te marcan por el resto de la misma: Cantar el tema principal de “Oficial Y Caballero”. Era 1982. A partir de ese momento, el Cocker de la melena, las patillas, la camiseta multicolor jipiosa y los gritos en escena habían dejado paso a un señor maduro, calvete, gordete y con barba. No se le puede culpar, esos primeros ochenta fueron muy duros para los grandes del rock de los 60's y 70's. Y bueno, era otro estilo, y aún así, mantuvo una clase y una dignidad que para sí la hubieran querido muchos otros coetáneos. Luego le cayó la grabación del tema central de “9 Semanas Y Media” y su popularidad creció como la espuma.

Y vaya si aprovechó su tirón. En la segunda mitad de los 80's se hizo francamente popular, y acertó con su mezcla de rock adulto y soul. Tuvo hits de incontestables hechuras, o a ver, si alguien me puede decir qué tienen de malo interpretaciones como las de “Unchain My Heart” o “When The Night Comes”. Sí, pura carne de FM hispánica, cierto. Pero bien grabadas, bien interpretadas... y diablos, grandes canciones.
Joe Cocker no dejaba las manos quietas ni para posar en las fotos...
Recuerdo claramente, siendo un niño, ver algunas actuaciones de Cocker para la televisión de la Celtiberia, con esa pose y esos movimientos de manos tan característicos. Alguien dijo “Angel Casas Show”? Por si fuera poco, en esos últimos 80's y primerísimos 90's se emitía en España la serie “Aquellos Maravillosos Años”, con tema inicial de nuestro hombre, como mi padre se encargó de comunicarme.

En 1994 se conmemoraban los 25 años del Festival de Woodstock, y recordarán que en esa época había una corriente importante de revival del hippismo, que me pilló en pleno descubrimiento del rock de los 60's y 70's. Fue divertido mientras duró. El caso es que emitieron una vez en el Canal 33, creo, la película de Woodstock, y claro, ver a ese Joe Cocker jovencísimo, rockeando duro, me noqueó. No olviden esa imagen casi paternal que yo tenía de Cocker. Para mí era un señor gordete, calvete y con barba. Encontrarme con su aspecto de 1969 me sorprendió.

Fue poco después cuando descubrí que mi tío, el hermano de mi padre, tenía un disco de Joe Cocker en casa, “Live”, un directo que publicó en 1990 y que bajo ese originalísimo título escondía un verdadero discazo. Obviaré preguntarme si lo de mi familia por parte paterna con Joe Cocker respondía a algo en concreto. Y nos centraremos en ese “Live”, en doble vinilo, como mandan los cánones. No era el primer disco en directo del británico, pero sí el primero en el que podía recoger sus años de gloria en los 70's y también su exitosa etapa en los 80's.
2000 pesetazas que costó en El Corte Inglés... diablos, eso en 1990 era una buena pasta... luego se pregunta la Industria por qué se piratearon los discos en cuanto hubo ocasión!
La banda carecía del carisma de los Mad Dogs & Englishmen de los 70's, en esta ocasión había solamente un divo y protagonista. Sin embargo, contaba con una sección de viento potente, unas guitarras afiladas y coristas por las que Axl Rose hubiera matado. Y el repertorio, bien escogido, sin duda... un disco que se abre con un clásico que invita al buen rollo como “Feelin' Allright” y sigue con ese hit AOR de guitarra hardrockera como es “Shelter Me” no puede fallar.

A partir de ahí, hit tras hit. No faltan sus números uno de los 80's, a saber, los temas de las películas, “When The Night Comes” o “Unchain My Heart”. Pero no se olvida de “The Letter”, de esa maravillosa “She Came In Through The Bathroom Window”, “With a Little help...”, en definitiva, de su material pretérito. Mención aparte merecen las interpretaciones de “Guilty” y esa delicada “You Are So Beautiful”, casi desnuda, sólo con el piano. A destacar que se trata de una grabación de un concierto entero, nada de retales de una gira, tomados de aquí y de allá. Al viejo estilo, vamos.

Cerraban el trabajo dos canciones de estudio nuevas, nada del otro jueves, pero que sí daban un poco la sensación de que la fórmula se estaba agotando. Aún publicaría un par de álbumes más que todavía mantenían un poco el nivel, pero su estilo había perdido chispa. Las piezas que componían para él no eran tan interesantes y en lo que a versiones se refiere, la última realmente buena fue esa cover del “Summer In The City” de 1994. A partir de ahí, sus discos perdieron interés. Se había acomodado, no acertaba en la elección de los inéditos ni tampoco arriesgaba en las versiones. Pero que nada de esto les lleve a engaño. Sí, recomiendo fervientemente este “Live” de 1990, es más, les recomiendo que se hagan con él, y de un plumazo, pueden obviar su discografía posterior a 1973. Este “Live” resume su cénit ochentero, y sinceramente, en lo referido a sus discos posteriores, podrán vivir sin ellos, se lo aseguro.

No quisiera cerrar este texto sin decir una frase que hay que pronuncio mientras me llevo el puño derecho al corazón: Joe Cocker... respeto!

Canciones:

Joe Cocker: “Guilty”
Joe Cocker: “Summer In The City”
Joe Cocker: “She Came In Through The Bathroom Window”

viernes, 4 de mayo de 2012

Kar & the CBGB's


Anoche estaba viendo un reportaje sobre ese bellezón que era Debbie Harry. Tengo que decir que lo primero que me llamó la atención fue saber que en su etapa dorada con Blondie ya tenía 30 años, y 33 cuando publicaron aquél “Parallel Lines”. No me entiendan mal las miles de lectoras de este blog: las mujeres están estupendas en su treintena... afortunadamente! Pero no me negaréis que, por lo menos en un mundo como el del showbusiness, dominado por zorrubias que apenas pasan de los 20, de usar y tirar, ese dato resulta desconcertante. El caso es que hablar de Blondie y hablar de CBGB's, todo es uno. Ah, el CBGB's, local punk por excelencia de Nueva York, donde por lo visto, según dicen, el ambiente era tan chungo y nauseabundo como lo grandes que eran las bandas que tocaban allí. Vamos, que por lo visto, los labavos del Mephisto de Barcelona resultan ser el palacio de Buckingham a su lado. No sé por qué me he acordado de los lavabos de un local que hace años que no piso.

Nunca es un mal momento para poner una foto de Debbie Harry...
Sea como fuere, el CBGB's cerró definitivamente en 2006, y con él, un trocito de la historia del rock n' roll, si es que eso importa realmente. Todo esto me lleva a un momento que viví la vez que hice un viaje a Nueva York, hará 4 años. Escribí esto al respecto:

Siguiendo la calle, acabas llegando al Tompkins Sq. Park, y a la esquina, un graffitti muy bonito de homenaje a Joe Strummer (suma y sigue) y bajando hacia Lowe East Side vemos como el ambiente comienza a degradarse un poquito, si bien, por lo visto, durante la noche los bares de la zona son más que recomendables. Seguimos de camino a Bleecker st. donde por lo que me han dicho, hay una tienda de discos interesante. Muy cerquita me encuentro con una suerte de tienda/galería fotográfica llamada Morrison Hotel, con un toldo con la misma tipografía de letra del disco original, que exhibe para su venta bonitas fotos enmarcadas de Sid Vicious o de Led Zeppelin. Y a su lado, una curiosa tienda, lo siento, no recuerdo el nombre. Las paredes llenas de iconografía rockera (fotos, carteles de conciertos), y unas cubetas con vinilos de segunda mano a precios realmente indecentes, aunque el material es potente. Pero lo curioso es la sección de ropa y complementos. Venden ropa vintage, tejanos, botas, cinturones, chaquetas de cuero, camisetas. Y si los vinilos estaban a precios indecentes, lo de la ropa es algo insultante. Eso sí, está puesto todo con muy buen gusto, como si más que vender quisieran exponer el género en una suerte de exposición rockera. Tengo la osadía de pararme en la parte de las camisetas, y veo una muy sencillita, blanca, con una estampación de la portada del "Talk Is Cheap" de Keith Richards... a unos 150$!!! Es decir, cien euracos por una camiseta mierdosa que tiene 20 años y que cualquiera se puede hacer escaneando la portadita de marras e imprimiéndola en cualquier copistería sobre una camiseta guarruna... me doy cuenta de que he entrado en la tienda de los niños bien de la ciudad, donde los pijitos que ahora siguen la moda rockera compran sus trapitos.

... O dos...
Pues bien, queridos míos, esa dichosa tienda para rockeros de casa bien, ERA el dichoso CBGB's... o por lo menos, lo que quedaba de ello. Después de que cerrara sus puertas en 2006 alguien colocó esa tienda en su lugar. Y todo cuadra, las paredes graffiteadas (en algunos puntos habían mantenido la pared original), los posters, el tamaño, el (micro) escenario. Verlo ayer me produjo un pequeño shock. O sea, que había estado allí sin saberlo. Cuando estuve en NYC paseé por algunos lugares míticos de la iconografía rockera de la ciudad, y sin embargo, sabiendo que CBGB's estaba cerrado, ni siquiera consideré el buscarlo. Andaba por el barrio simplemente para ver el Lower East Side y en busca de una tienda de discos que me habían recomendado. Toda una sorpresa la que me llevé.

Canciones:

Paul Weller: “Heavy Soul”
Dogs D'Amour: “Trail Of Tears”
Pixies: “Gigantic”

martes, 1 de mayo de 2012

Ampliación del campo de batalla


El año pasado le dedicaba una entrada a Michel Houellebecq que iniciaba con una boutade un poco sonrojante, la verdad, cosas de la autocrítica. Decía así:

Pocos escritores contemporáneos me han dejado más profunda huella que Michel Houellebecq, francés de apellido imposible, a quien descubrí hace poquito más de un año.

Bueno, varios meses más tarde, no sé si tan profunda huella me ha dejado o no, ¿acaso eso importa? Aunque si tenemos en cuenta el número de novelas suyas que me he leído en un período inferior a veinte meses, en fin, tal vez sí que me haya, si no dejado “profunda huella”, gustado de una manera particular. Que yo el masoquismo me lo dejo para ámbitos más privados y definitivamente más entretenidos que esto de los libros. Y no me voy a extender en ello, no me sean marranos.

Me toca, sin embargo, hablar de la primera decepción que me llevo, tras dos novelas de esas que como el buen gazpacho, se te repiten, esta vez en la mente, no en la boca, aún después del tiempo transcurrido tras su lectura, “Las Partículas Elementales” y “El Mapa Y El Territorio”, y una tercera novela algo más discreta en la forma, que no en el fondo, “Plataforma”.

Animado por la lectura de esas obras, di con “Ampliación Del Campo De Batalla” (gran título!!), que se trata de la primera novela del francés. Y bien, leída después de los títulos ya mencionados, parece como si esta “Ampliación Del Campo De Batalla” fuera una suerte de ensayo para lo que vendría después. Siendo un libro corto, esboza temas, actitudes e ideas que irá retomando en sus futuras novelas, sin desarrollar ninguna de ellas del todo.

El nihilismo, el desapego hacia las relaciones hombre-mujer, una cierta misoginia, el desprecio hacia los estamentos sociales y el buenismo, la frialdad de la sociedad urbana actual... todo ello está presente en “Ampliación Del Campo De Batalla”. Y sin embargo no redondea. Propone pero no culmina, como sí que lo hará en sus novelas posteriores. En resumen, si no han leído nada de Michel Houellebecq antes, entonces puede ser una buena opción. Si ya han leído alguna de sus novelas, láncense a ésta sólo por afán completista.

Canciones:

The Doors: “The Changeling”
Afghan Whigs: “Miss World”
Eagles Of Death Metal: “Wannabe In L.A.”