sábado, 28 de abril de 2012

El Pasaporte


Bueno, esta es una historia verídica. El domingo pasado tenía un viaje de trabajo. Me iba a los Estados Unidos, a San Diego, para ser exactos, como he ido otras muchas veces. En esta ocasión estrenaba trayecto, hacía Barcelona-Londres-San Diego, en una novedad interesante, pues hasta hace muy poco no existía ningún vuelo directo desde un aeropuerto europeo hasta San Diego, de modo que lo habitual era parar en Los Angeles para luego llegar a San Diego, ya sea en un vuelo interno, o en coche.

Allí estaba yo con mi aplicación ESTA confirmada, lo que resulta ser un pseudo-visado necesario para entrar en USA, y con mi pasaporte. Detengámonos en este último documento, porque será crucial en el relato. Los pasaportes expedidos a menores de 30 años tienen una duración de 5 años, fecha en la que caducan. Todos tenemos en mente un pasaporte, ¿sí? Mis primeros recuerdos del concepto “pasaporte” vienen de la serie de dibujos “La Vuelta Al Mundo De Willy Fog”, donde el león Fogg tenía que presentar sellos de los países visitados para dar veracidad de su hazaña y así, poder cobrar su apuesta, pues, no lo olvidemos, Fogg no era un aventurero altruista, precísamente. En cualquier caso, eso de los pasaportes y los sellos aduaneros, para mí, un hijo de la CEE y luego UE, acostumbrado a viajar por mi entorno europeo con mi triste y aburrido DNI, resultaba algo como mágico, como de película de diplomáticos que resultan ser espías dobles.

Bien, mi pasaporte había sido expedido en septiembre de 2007, por lo que el lector avispado se habrá dado cuenta de que le quedaba poco tiempo para necesitar un proceso de renovación. En fin, aunque a punto de la jubilación, allí estaba. Un poco viejo y deteriorado de tanto ajetreo, pero con todas las páginas en su sitio, débilmente pero aún sujetas a la cubierta, en forma de una libretita molona.

Hawaii, Bombay, Tijuana y Singapuuuuur...

A llegar al mostrador de facturación de El Prat, la primera sorpresa desagradable. La persona de Iberia chequea mi pasaporte y me dice que no me puede dar la tarjeta de embarque del Londres-San Diego por no sé que tontería burocrática, lo cuál significaría tener que hacer otra cola en el aeropuerto de Londres Heathrow. Contrariado, paso por un control de la Guardia Civil, donde chequean mi documentación una vez más antes de acceder a la zona D de la terminal, y tomarme un merecido desayuno en la sala VIP.

Justo antes de embarcar en el avión hacia Londres, y mientras me chequean el pasaporte, les pido que revisen el asunto de mi tarjeta de embarque Londres-San Diego. Sorprendentemente, lo hacen, un par de llamadas y arreglan lo que la imbécil del mostrador de facturación no supo o no quiso arreglar. Mi vuelo estaba comprado en Iberia pero operado por British Airways (BA). Más contento, subo a mi vuelo, tranquilo de poder contar con el tiempo suficiente para hacer el transfer de terminales en Heathrow, ya que los vuelos hacia EEUU salen de la otra punta del aeropuerto de la que se aterriza desde Barcelona.

Y desde luego que me fue estupendamente el hecho de tener mi tarjeta de embarque lista: al aterrizar en Heathrow una señora cola en la zona de transfer me recibe. Al final, resulta no ser para tanto, pero no olvidemos que debo acceder a través de la frontera del Reino Unido, es decir, un funcionario que escanea mi pasaporte una vez más para comprobar que no soy un terrorista ni una mala persona, así, en general. Y como si de un moderno Hércules fuera, una última prueba me separaba de mi destino final, la puerta de embarque A34, y era el control de equipajes. Ya sabéis, nada de líquidos, portátiles fuera, móvil, cinturón, petaca, armas blancas, tubo para esnifar... todo a la dichosa bandejita. Pero nada me iba a alejar de mi objetivo.

Localizada mi puerta, espero. Jamás entendí a aquellos que tienen el ansia de hacer cola para subir a un avión, como si el asiento no estuviera reservado. A no ser que sean de los que embarcan maletas claramente mayores a las permitidas, jodiendo a los demás… a todos aquellos: espero que ardáis en el infierno. Y cuando la cola se finaliza, me persono en el mostrador para la revisión de documentación y tarjeta de embarque. Allí, un funcionario paki de BA, como la mayoría en ese aeropuerto (hay que ver qué variedad étnica) me recibe. Y ojo, que en este punto viene la parte culminante de la historia.

El jodido paki toma mi tarjeta de embarque, mi pasaporte, y no sé cómo se lo hace pero al abrir el pasaporte, se queda con las tapas en una mano y el conjunto de páginas, despegada, en la otra. Unos segundos de confusión y me dice que no me puede dejar subir al avión, que mi pasaporte está roto. Intentando sobreponer mi estado de shock, le digo que me lo ha roto él. Me responde que tal vez, pero que eso era porque el documento estaba “deteriorado” y que así no me puede dejar volar. Le armo el gran pollo, le digo que el pasaporte ha pasado por hasta 6 manos diferentes antes que llegar a sus manazas y que si él es un torpe, no tengo la culpa. Imagináos la escena, un vuelo intercontinental a punto de cerrar, y vuestro juntaletras viajero favorito en pelea (verbal), o al menos lo que su nerviosismo le permite, con un operario manazas. Llega la supervisora de BA, una jodida matrona británica y me dice, con toda la flema y la calma del mundo, que lo deje estar. Que no hay nada que hacer. Que no sólo no voy a subir en ese avión sino que todavía he tenido suerte, si eso me hubiera pasado en el aeropuerto de San Diego, me habrían prohibido la entrada igualmente. Su calma y su dicción BBC me ponen más nervioso todavía. Pero la verdad es que tiene razón, aunque el hijodeputa de su subalterno sea un manoplas, así no puedo irme a USA.

Lo bonico que era...
La muy imbécil mira el registro de vuelo y ve el cielo abierto. En la base de datos de mi ticket lee la palabra mágica: REFUNDABLE … y ya no hay pie a discusión, como mi billete admite cambios o reembolso, me dice, básicamente, con buenas formas y en inglés, que me pueden dar mucho por el culo y que deje de armar escándalo. A todo esto, el avión, mi avión, ya se ha largado. Y queda la gran pregunta: qué hacer? Mi amiga la matrona brit de BA (el jodido paki se escondió como una rata) me comenta que puedo ir a Londres a la embajada y pedir un pasaporte de urgencia. Pero claro, es domingo, así que esa opción queda descartada. ¿Me espero al lunes? ¿Y qué probabilidades hay de que vaya el lunes, me hagan el pasaporte el mismo lunes, pueda volver a Heathrow y tomar un vuelo a San Diego? Y si así lo hiciera, ¿qué hago llegando a San Diego, con suerte, en martes por la tarde? Todo aquello en tal estado de tensión que la perra de BA, no sé si apiadándose o hartita de aguantarme, me dice que me vaya, me siente, me relaje y medite qué es lo que quiero hacer. Y tiene razón. Una vez más.

Asumo que no hay nada que hacer, y voy a Customer Service de BA. Les explico la historia, esperando un reembolso o un cambio de fechas, al fin y al cabo, tengo que volver a California en Julio. El tipo me confirma que eso lo tiene que gestionar la agencia de viajes, no ellos. Y me siento como el personaje del artículo de Larra “Vuelva Usted Mañana”, y en mi cabeza ya no escucho lo que me explica, sólo oigo algo así como “la parte contratante de la primera parte es igual a la parte contratante…”.

Llamo al teléfono de emergencias de la agencia de viajes. Suena muy molón esto de “emergencias”, me siento como John McClane, pero en cutre. Recordemos que es domingo, amigos, y en España se tiene la estúpida costumbre de cerrar todo en el jodido día del señor. Mi llamada al teléfono uno es inútil, según el tipo que me atiende, ellos “no me pueden ayudar”, pero me da un teléfono dos. Ok, llamo a teléfono dos, y una muchacha, muy maja, se hace cargo de mi situación, pero “es que” me dice, ella “no tiene los datos de mi empresa”… estamos apañados. Me cuelga prometiéndome que me llamaría en breve, y yo me siento como cuando esa chica con la que te has tomado unas copas y te gusta te dice, al dejarla en su casa, “ya te llamaré”, pero sabes que no lo va a hacer nunca. No, en su lugar, y tras 25 largos minutos, me llaman de un teléfono tres, en el que básicamente me dicen que no me preocupe, que la pasta del billete no la pierdo, cosa que me imaginaba porque la matrona brit de BA ya me lo dijo, pero que me tengo que apañar yo para volver a Barcelona.

Así que vuelvo al mostrador de Customer Support de BA. En esta ocasión me atiende una muchacha joven que habla inglés con acento eslavo. Oooootra vez a contar mi historia, mostrando mi pasaporte destrozado como prueba fehaciente de que no soy ningún chalado que se ha colado en la terminal. Sorprendentemente, actúa con diligencia, me da una tarjeta de embarque para un Londres-Barcelona que sale en un par de horas, y cuando le comento acerca de mi maleta, se ocupa de hacer una llamada para que coloquen mi maleta, entonces perdida en el limbo, en mi nuevo vuelo. No puedo más que decirle que es la única persona de BA que ha actuado con diligencia conmigo hoy, y me regala una sonrisa.

No es que esté mejor, pero el temor a perder el billete ha desaparecido, lo cuál no es poco, y la resignación me ha invadido. Sólo me queda esperar. Mi vuelo a Barcelona se retrasa un poco y pienso que hasta que no cruce la puerta de salida de El Prat, algo más me puede pasar. Evidentemente, al aterrizar, mi maleta no está. Pero a esas alturas de la noche, diez y media, tras horas de peripecias aeroportuarias, una incidencia como ésa ya no me afecta. Hago el trámite correspondiente (uno más!!) y me informan de que mi maleta está localizada en Heathrow, que me la envían mañana. Y la verdad, ni siquiera me importa.

Moraleja de la historia: niños, llevad siempre el pasaporte en un estado impoluto de revista. De nada.

Canciones:

The Killers: “Spaceman”
Bobby Bland: “Shoes”
Guns n’ Roses: “Use To Love Her”

sábado, 14 de abril de 2012

Perder



En la vida hay que saber perder. Lo que ocurre es que nunca nos han enseñado a ello. Desde que somos niños, nos educan para ganar. Ganar resulta siempre el fin, la motivación principal. Esta cultura del vencedor se nos inculca casi desde la cuna, está en los cuentos infantiles y en la televisión. Incluso nuestros padres nos protegen siempre de la derrota. Cuando los padres juegan con sus hijos siempre se dejan ganar, para evitar a sus retoños la frustración de la derrota. Con todo ello, lo que se ha conseguido es una serie de generaciones que no sabemos perder, y que cuando perdemos, nos sentimos aturdidos, sin saber qué hacer ni cómo reaccionar. Sencillamente, no estamos preparados. Nunca nadie nos enseñó.

Canciones:

Frank Sinatra: "It was a very good year"
Blind Melon: "Tones of home"
Mark Lanegan: "Ode To Sad Disco"

jueves, 12 de abril de 2012

La influencia de los Beach Boys

Esta tarde andaba pensando en los Beach Boys. Leí no hace mucho que Brian Wilson iba a reunirse con los miembros originales Mike Love y Al Jardine, quienes junto con Bruce Johnston, que lleva desde 1965 sustituyendo al propio Wilson en la mayoría de las giras, mantenían el nombre de Beach Boys vivo. Con mayor o menor fortuna, posiblemente menor, y llevando el nombre de Beach Boys al pantanoso terreno de las bandas de revival cutre, este trío se paseaba por los escenarios de medio mundo (creo recordar que pisaron la piel de toro el verano pasado o el anterior). Pero todos sabemos la verdad: sin Brian Wilson, sobre las tablas o en la sombra, no son verdaderamente los Beach Boys. 

Y cuando nadie daba un duro por ello, resulta que a Brian Wilson le da por volver a girar con sus antiguos compañeros, con una excusa tan pobre como la conmemoración del 50 aniversario de la banda. Es decir, después de su recuperación en los 90's, de la publicación de "Smile" tal y como lo había imaginado en su cabeza, o como lo recordaba, claro, después de girar en solitario llevando "Pet Sounds" y "Smile" a los escenarios, de grabar varios discos, después incluso de la muerte de su hermano Carl, a Brian Wilson le da por volver a girar con The Beach Boys, o lo que queda de ellos, en una pirueta, cuanto menos, extraña. Básicamente, porque uno piensa: Para qué? Lo cuál demuestra que al viejo genio todavía se le va la olla de vez en cuando.

En cualquiera de los casos, y aunque si pisaran la Península, trataría de ir a verles, por el momento no hay ningún show anunciado en el tramo europeo de la gira, entre julio y agosto del presente año. Reconozco que sería un ejercicio nostálgico más bien arriesgado, las probabilidades de decepción son francamente elevadas. Y es que para mí, la sonoridad, el preciosismo que presentaba música de los Beach Boys suponen un hito en eso que llamamos música pop. Aunque no podemos decir que existan muchos grupos que la tomen como referencia. Esa clase de arreglos y de coros resultan muy complicados, demasiado como para utilizarlos sin caer en el más absoluto de los ridículos. Queridos, es como si un señor de 65 años quisiera enfundarse unos tejanos estrechos, llevar un par de rastas en el pelo, ojos maquillados y una camisa abierta hasta el ombligo. Eso sólo queda bien si uno se llama Keith y se apellida Richards. Es lo que hay.

Al final, no he sido capaz de encontrar muchas influencias claras de los Beach Boys. Desde luego, no en bandas, y tan sólo en algunos temas de ciertos grupos se puede ver algo que claramente pudiera asociarse con el sonido clásico de los chicos de la playa en su faceta más pop. Podemos verlo en un tema como "At My Most Beautiful" de R.E.M.


Para mi gusto, el mejor corte de un disco que fue injustamente tratado, "Up", y en donde un inspiradísimo Mike Mills despliega una melodía que cabalga sobre pianos, cascabeles, teclados, un banjo que suena de fondo, cuerdas... un ejercicio puramente Wilson, sin duda.

Vayamos con otro tema al que yo le veo un deje Beach Boys, aunque no tan evidente como en el anterior. Si digo que los Manic Street Preachers pasaron un momento flojito desde finales de los 90's hasta finales de la década pasada, posiblemente muchos de los fans antiguos de los galeses se alinearían conmigo. Pertenece, sin embargo, a esa época, la canción que quisiera resaltar:


Este "So Why So Sad?" tiene un sabor claramente pop, y que me aspen si el puente/solo que cuelan antes del último estribillo no recuerda a "Pet Sounds". No negaré que me gustan más los Manics más rockeros que no los que cantaban horrores como "Tsunami", y que durante esa etapa me desentendí de su música. Pero es lo que tienen los singles. Un buen día, uno escucha una canción, una sola, una en concreto, y resulta que acaba redimiendo a un grupo.

Para acabar quisiera colar la canción marciana de esta entrada. Reconozco sin rubor que no tengo ni idea de quienes son estos tales Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, ni tampoco del peso que han llegado a tener, si alguna vez lo tuvieron, sobre la música española. Puedo decir que no conozco nada más que la canción que suena en el vídeo siguiente, y, sinceramente, no creo estar perdiéndome gran cosa:


De acuerdo, tanto la letra como el propio título del tema, "Señora Azul", se mueve en el ridículo más espantoso si no fuera por, ay, ese apropiadísimo uso de las armonías vocales francamente deudoras de los Beach Boys. ¿Que no? Escuchen, escuchen cuando canta aquello de "tú no puedes apreciar con propiedad" y lo que sigue... Están, o no, de acuerdo conmigo, mis queridos lectores, paseantes, asiduos o curiosos?

Acabaré pidiendo el comodín del público, undostrés responda otra vez, canciones en las que se pueda apreciar una influencia clara de los Beach Boys más clásicos. Como premio por haber llegado al final de esta entrada, el vídeo con la canción que me lleva obsesionando todo el día de hoy, el tema con el que arranca el disco de Brian Wilson de 1998, "Imagination". Buenas noches.


martes, 10 de abril de 2012

Voodoo Lounge (1994)


En el tiempo que llevo escribiendo este blog, y hace ya varios años, he notado una cierta evolución en los temas a tratar. Siento, en general, un poco de reparo a la hora de hablar de ciertos libros, discos o películas, especialmente si se trata de clásicos. A día de hoy, todo el mundo sabe lo maravillosos que son los discos de Led Zeppelin, y verdaderamente, dudo que el mundo necesite otra entrada de blog comentando los detalles que esconden los surcos de “Houses Of The Holy”, por ejemplo. Así mismo, y también, cosas de la información de fácil acceso, cualquier novedad editorial, cinematográfica o discográfica copa referencias y reseñas a los pocos segundos de ser publicada. A menudo incluso antes de su publicación. Y ciertamente, no me apetece ponerme con ello, si bien es verdad que hace tiempo que no consumo muchas novedades musicales o literarias.

Me siento de ese modo cuando leo la edición española de la revista Rolling Stone. En líneas generales, no está mal, si bien me interesan más los artículos “extra-musicales” que los propiamente musicales. Me gusta más cuando leo en sus páginas acerca de moderneces que sus teóricos reportajes estrella, en los que desgranan ora el “Appetite For Destruction”, ora la figura de Jim Morrison, siempre aprovechando alguna efeméride, siempre tirando de tópicos y datos por todo el mundo conocidos. O por lo menos por quienes hemos seguido a los gunners o a Mr. Mojo Risin'. Así, cuando hablo en NDK de música o cine o libros, prefiero hacerlo tratando otros temas no tan, digamos, obvios.

De modo que ponerme a escribir acerca de los Rolling Stones... puede parecer una soberana incongruencia con respecto a todo lo que he ido mencionando. De todas formas, y antes de que me manden al carajo por pesado, por inconstante y qué sé yo por cuántas cosas más, les diré que es muy fácil cantar las alabanzas a los Rolling Stones que publicaban joyas como “Let It Bleed” o como “Sticky Fingers”. Y sin embargo, hoy la cosa va de un disco que siempre me ha gustado mucho, al que le tengo un cariño especial: Voodoo Lounge.

Para variar, se trata del disco por excelencia de los Rolling Stones en la década de los 90's. Se habían pasado la década anterior yendo a salto de mata, más muertos que vivos, con muchos agoreros cantando el final de la banda. Pero qué mejor muestra de que los Rolling Stones seguían vivos que firmar un multimillonario contrato con Virgin Records para cinco discos, en 1991. Sin embargo, lo que marcaría la historia stoniana ese 1991 fue la huída de Bill Wyman del grupo. Efectivamente, el bajista al final hizo lo que llevaba años amenazando, largarse. Sus primeros intentos fueron a finales de los 70’s, pero siempre le convencían los otros miembros. Claro que en 1991, Wyman tenía ya 55 años y, sencillamente, no se vio diez años más viviendo como un stone. De hecho anunció su intención tras la gira de ese mismo año (Urban Jungle Tour 1991), pero fue a la firma del contrato cuando todo el mundo se dio cuenta de que la cosa iba en serio, porque Bill nunca llegó a firmarlo. Mick Jagger y Keith Richards se sintieron traicionados y se sucedieron cruces de declaraciones desagradables. A decir verdad, no creo que la banda, por lo menos musicalmente hablado, se resintiera. Digámoslo claro, Bill Wyman es un sosainas y tiene menos carisma que un pie de micro. Buen bajista, desde luego. Buen amigo, especialmente de Charlie Watts y Ron Wood, también. Pero Bill Wyman era el único miembro sustituible de la banda. El que salió ganando con la nueva situación contractual fue Ron Wood, a quien por fin se le reconoció como miembro activo de la banda. En los contratos, Mick y Keith van a partes iguales, Charlie se llevaba menos y Ron Wood algo menos que Charlie, pero era legalmente considerado (y por vez primera tras 15 años de militancia) un Rolling Stone de pleno derecho.
Aunque a algunos les horrorizó, a mí siempre me ha gustado esta portada
De modo que había que grabar nuevo disco, y así lo hicieron. En plena era grunge, The Rolling Stones tenían la osadía de publicar un trabajo. Era 1994 y lo titularon “Voodoo Lounge”. La explicación al título la da el propio Keith Richards en su autobiografía, Life. Una parte de la preparación del trabajo se llevó a cabo en Barbados. Una mañana, tras toda la noche de tremendas tormentas tropicales, Keith se encontró con un gatito perdido en una esquina de la casa donde estaban. El animalillo tenía pinta desvalida y sin embargo había sido capaz de sobrevivir a las inclemencias. Richards lo bautizó como Voodoo y el gatete le seguía allá donde fuera, de manera que designó una estancia para que el bicho pudiera estar. Y la bautizó como Voodoo's lounge. Ése es, pues, el origen del título.

Se puede decir sin rubor que se trata del mejor disco de The Rolling Stones desde aquél ya lejano “Tattoo You”, y a la postre, lo mejor que han grabado en estudio desde 1980 hasta la actualidad. Varias son las razones. En primer lugar, no ficharon a una vieja gloria como bajista, sino que serían una banda sin bajista entre sus miembros, usarían un músico de sesión. Adiós Bill Wyman, hola Daryll Jones. Se trataba de un bajista negro y de bases funky que se acopló a la sección rítmica sin pestañear. En segundo lugar, acertaron de pleno con la producción, un sorprendente Don Was (de los Was not Was) le dotaba a la música de los Rolling Stones de la pátina de modernidad justa pero necesaria. En tercer lugar, adoptaron el rol de viejos zorros, de monarquía del rock, reutilizando sus viejos tópicos, incluso incluyendo referencias al ocultismo en la carpeta del disco. Cuarto, usaron los medios que el nuevo sistema musical les ofrecía, y su videoclip de “Love Is Strong” se vio en todo el mundo bombardeado por la MTV. Y en quinto lugar, y lo más importante: grabaron una colección de canciones potente, rockera, con el eclecticismo justo y crearon un disco que no me cansaré de recomendar. Yo descubrí a los Rolling Stones con ese disco, no sé ni cuantas veces llegué a escuchar esa vieja cinta de casette original. Tendría unos catorce años, y descubría el mundo del rock n' roll clásico, más allá de los Nirvana, Guns N' Roses, Aerosmith o R.E.M. Aquella tarde había reunido dinero suficiente para comprar una cinta de casette, el CD aún no había llegado a mi casa (aunque tardaría poco). Las opciones eran dos, “Voodoo Lounge” o la BSO de “Backbeat”. Y sin desmerecer este segundo título, que bien vale la pena, felizmente me hice con la primera opción.

Yendo por partes, descubrí este disco con su single inicial, “Love Is Strong”, con su videoclip, en particular. Este mencionado primer single ya nos lleva a un rock puramente stoniano, con Mick volviendo a usar la harmónica. Pero es que el segundo corte, “You got me rocking” se convierte de golpe en un clásico que no desentonaría en, por ejemplo, “It’s Only Rock’ n’ Roll”. No en vano se trata una de las pocas canciones posteriores a 1980 que han tocado en cada concierto, en sus giras de 1994, 1998, 2002 y 2007. Keith Richards se hace con las riendas en dos temas, en ambos especialmente inspirado, y que hacen subir enteros a este “Voodoo Lounge”, se trata de la folkie “The Worst” y un blues que David Chase y Little Steven rescataron para la banda sonora de Los Soprano, “Thru and thru” . Y hay más. Baladas más clasicotas, tex-mex con la colaboración del acordeón más grande de la frontera, el de Flaco Jiménez, funk en la cachonda “Suck on the jugular” o rock más cincuentoso en “Mean disposition”. Sorprendentemente, y en un truco de ilusionista, esos viejos millonarios ejercen de Stones frescos y originales, y aunque sabemos que ya no son ni frescos ni originales, el truco les sale efectivamente bien. En definitiva, uno de los discos que guardo en mi substrato personal. Lo siento, no puedo ser objetivo con él.

Canciones:

The Afghan Whigs: “I Keep Coming Back”
Curtis Mayfield: “Pusherman”
Mark Lanegan: “The Gravedigger's Song”

domingo, 8 de abril de 2012

Juntaletras


A una determinada edad, me puse a escribir. En realidad, había escrito siempre. Simplemente, llegó ese fatídico momento en el que me di cuenta de que no iba a ser nunca un deportista. Ya no menciono siquiera la coletilla “de élite”. También pude apreciar que no era, ni sería nunca, lo suficientemente guapo como para poder vivir de mi cara ni de mi cuerpo. 

Por supuesto, probé con la música. Me compré una guitarra, y traté de hacerme con el look de lo más rompedor, pero auténtico a la vez, que pude lograr. Ambas cosas son, por supuesto, cruciales, en el mundo del rock. Lamentablemente, mi talento musical era, siendo benevolente, bastante limitado. Y mi espejo no devolvía una imagen digna de ocupar una la  portada de un disco.

Ni siquiera lo intenté con la interpretación. Y eso que encadenar una mentira tras otra, de un modo razonablemente creíble, se convirtió en una constante en mi vida. Tal vez habría podido cuajar. Toda una pérdida para los escenarios.

Así que, finalmente, me refugié en la escritura, disciplina, sin duda, mucho menos, digamos, vistosa que las anteriores. Pero se me daba bien. Supongo que está feo que sea yo quien me lo diga, cosas de la moral católica. Sea como fuere, acabé adoptando la escritura como único medio para salir de la mediocridad de una vida laboral decente, tan gris y aburrida como suena. Y cegado por los románticos y los beatniks, todo ello aderezado con el maravilloso concepto del enfant terrible de la literatura, hice de ser un juntaletras mi boleto hacia Nunca Jamás. Sólo ida, por favor. Estaba, naturalmente, equivocado.

Canciones:

Johnny Cash: "Get Rythm"
Frank Sinatra: "Wandering"
Slash's Snakepit: "Been there lately"

martes, 3 de abril de 2012

Guilty pleasures 2


Si es que esto de los Guilty Pleasures resulta ser, a menudo, meterse en un berenjenal peligroso de justificar. Pero ya que lo comencé, bueno, qué menos que darle continuación al asunto, ¿no creen? Total, la reputación no deja de ser una pesada carga que acaba resultando del todo prescindible. Queridos, les vendo mi reputación por un razonable precio. Y si pagan un poquito más, les incluyo en el pack mi sentido común y mi ética. No desaproveche estas rebajas, señora.

Y comenzaremos la tanda de hoy con un clásico de los Guilty Pleasures, las canciones-pop-desechables-con-chica... o como me decía un colega irlandés la semana pasada, “catchy songs sung by pretty girls”. Cuántas aberraciones se han cometido con ese epígrafe. Y sin embargo, todavía se puede sacar petróleo de ese pozo. Aunque este tema requiere de un esfuerzo extra... en fin, vamos allá... Hannah Montana, la virginal estrella infantil de la Disney, se nos hacía mayor, enfermedad por la que pasaron otras niñas que la empresa tenía en nómina, aunque me consta que están trabajando en su cura. Total, que la chica ya no quería ser Hannah, quería ser Miley Cyrus, o como yo la conoceré siempre, la hija de Billy Ray. Y para demostrar que la cosa iba en serio, se rodeó de un equipo de compositores profesionales que le parieron este “Party In The USA” para la chiquilla.

Bueno, no me negaréis que tiene una estructura pop muy clasicota, un ritmo que no molesta y una guitarrita que tiene su aquél. No es ni la típica balada edulcorada, ni el típico tema pseudo dance que suele inundar la MTV. No hay influencias hip-hop y tal vez si no se la hubieran vendido a Miley Cyrus, con una producción menos aséptica, se la podrían haber colado a Sheryl Crow.

Pero no, al final iba a ser la hija de Billy Ray la que se lanzara al ruedo con dieciséis abriles a cantar este tema, sin ser un derroche de voz, aunque sin desentonar, y a lucir tejanos extra cortos y botas vaqueras, y lo digo ahora que ya es mayor de edad... melafo...


Para este segundo tema tengo que reconocer que la influencia que ejercieron los Strokes en la música popular, hace ahora ya una década, fue mucho más alargada de la que jamás nos pudiéramos haber imaginado entonces. Personalizo el tema en la banda de NYC aún sabiendo que hubieron muchos otros, tal vez mejores, definitivamente muchos otros peores. El caso es que el pop se fue viendo inundado por ciertas poses que se movían entre el rock New Age, las sonoridades de los 80's y una cierta querencia a las pistas de baile donde no sonara ni techno, ni house.

Obviamente todos estos comentarios les quedan muy, pero que muy grandes a estos tales Zenttric, de quienes lo desconozco absolutamente todo, y créanme que no siento curiosidad alguna. Pero, ah, amigos, hay una realidad inamovible: este “Sólo Quiero Bailar” es una canción muy bien ensamblada, con la aureola pop/rock suficiente como para no caer en la repugnante mediocridad del hit medio español pero con una capacidad de funcionar en las radiofórmulas. Dicho de otro modo, con capacidad para gustar a la muchachada pseudo indie sin muchos rubores y también al público consumidor de Melendis varios. Yo no me cuento en ningún grupo, ya dije que lo mío es una enfermedad y no vale hacer escarnio de ella.

Ignoro si la canción es propia de la banda o trabajo de compositores profesionales, pero la realidad es que nada más he vuelto a conocer de este grupo. Y me quedo con el estribillo como una buena filosofía de vida: “si no vas a venir, avísame pronto, que yo quiero bailar, sólo quiero bailar”. Pues eso, interpretémoslo como queramos, yo lo hago como un canto al hedonismo significado en el baile. Bailemos, joder, que el mundo se acaba pronto.


lunes, 2 de abril de 2012

Sueños: Los yakuza


Ok, una vez más, mis planes respecto a las entradas del blog se ven truncados. No, hoy no pensaba hablar de sueños... pero es que el de anoche... tuvo su aquél. Diablos, merece ser contado. Y comenzaré diciendo que anoche, la noche del sábado, vuestro buen amigo Kar, este aprendiz de juntaletras, se fue de parranda con los amigotes. Nada, un plan sencillo, cuatro caballeros degustando combinados espirituosos y compartiendo amigable charla mientras las melodías fluían en el salón. Para qué contar más. Luego, a esa hora en la que las personas de bien ya están a punto de levantarse, y con algo más de alcohol en el cuerpo del que debiera, me fuí a dormir.

Este dato de mi actividad sabatina, completamente irrelevante a priori, parece ser el eje central de lo que acabó aconteciendo en mi cabeza durante esa liberación mental que resulta ser el sueño, donde las cosas fluyen sin el férreo control que las circunstancias y la ética ejercen sobre nuestros pensamientos y actos.

Así que mi sueño, o por lo menos, la parte que recuerdo, comienza entrando, con mis tres camaradas de anoche, en lo que parece ser una celebración yakuza. Exactamente, me refiero a la mafia japonesa. Parece una boda, como si la hija del gran jefe se casara. O algo así. Nosotros vamos vestidos como la ocasión se merece, traje oscuro impecable y camisa blanca. Hay una gran mesa, muy baja, y estamos todos sentados a su alrededor, sobre cojines. Somos los únicos occidentales de la sala. Todos los demás son japoneses perfectamente trajeados, excepto la novia, la única mujer, vestida con un kimono blanco.
La víctima
En el transcurso del banquete, nuestro superior jerárquico en la estructura del grupo nos llama a una habitación aparte. Tenemos un trabajo que hacer. Al parecer, han pillado a un traidor, que merece un castigo. Nos conducen por un par de estancias de imaginería japonesa clásica, en maderas, paredes de papel y puertas correderas. Y en una de ellas, allí está, el traidor, que resulta tener el aspecto que Charlton Heston en la peli “Khartoum”, pelo corto y bigote. Este dato sí que me parece inquietante, pues no recuerdo haber visto “Khartoum”, o por lo menos, no en los últimos 20 años.

En cualquiera de los casos, hay que acabar con él, y para ello, nos dan unas sierras radiales de mano, de esas que son como un taladro Black & Dekker pero con la rueda dentada. Y los cuatro la emprendemos contra el pobre infeliz, que, naturalmente, muere a la primera de cambio. Pero no es suficiente, con nuestras sierras le vamos troceando hasta mutilarle. Y reconozco que esta parte del sueño se me hizo dura, me daba penica el pobre Charlton. La compasión, sin embargo, se quedó de puertas adentro, ya que acabé la faena como se me había encomendado.

Y como sucede en los sueños, tal como empiezan, se acaban, y tras esta misión cumplida, todo se desvaneció, y ya no recuerdo nada más. Sí que diré que me preocupa conocer qué extraño resorte me llevó a unirme en sueños a un grupo mafioso japonés y acabar descuartizando a un fulano.

Canciones:

Mott The Hopple: “The Ballad Of Mott The Hopple”
The Prodigy: “Breathe”
Screamin' Cheeta Wheelies: “Boogie King”