lunes, 31 de octubre de 2011

100% Colombian


Volví ayer de un viaje de trabajo a Colombia. Venga, reconocedlo... ha sido acabar la frase y todo el mundo ha pensado en hacer el chistecito. Que si me he traído bolas de coca metidas en mi estómago (u otra parte de mi cuerpo). Que si me había secuestrado la guerrilla. Que si había estado en una fiesta en casa de uno de los capos de Cártel de Cali y habíamos acabado borrachos de ron disparando las uzis. Sí, por más que les pese al los colombianos (el tema salió en varias conversaciones), los tópicos pesan mucho. En todos los países, claro está. Lo que ocurre es que en Colombia los tópicos son francamente chungos, y apenas pasan de la violencia, la corrupción, la droga y la Guerrilla. Si hasta Steven Tyler, en la biografía de Aerosmith (excelente, “Walk This Way”, de 1997) se refería a su etapa de mayor adicción a la cocaína con una frase que venía a ser algo así como “he relanzado la economía de Colombia”. Tampoco me andaré ahora con otro clásico de los reportajes de viajes, “Colombia es un país maravilloso” y blablabla. Pero sí es cierto que hay mucho tópico por superar.

En realidad se trataba de mi segundo viaje al país este año, a Bogotá, concretamente. Lo que ocurre es que el anterior lo realicé en medio de esa travesía por el desierto que me alejó de este, vuestro blog favorito, y bueno, por lo que sea, jamás hablé de él. En fin, mis viajes laborales son particularmente poco atractivos para el relato. En un viaje por trabajo, habitualmente, no hay tiempo de hacer turismo, y uno pasa por los sitios sin ver ese monumento, ese museo, esa playa o esa calle tan característica. Tampoco se puede decir que me de margen para “diluirme con la población nativa” y todo ese rollo tan de libro de viajes. En general, hay demasiado de ese triunvirato mágico aeropuerto-hotel-oficina que, lamentablemente, apenas tiene diferencias apreciables por todo el mundo. Lo intento, no obstante, buscar un poquito de tiempo para el turismo y, sobretodo, más por ser casi lo único que puedo conseguir, tratar de mezclarme con la gente del lugar.

Venga, un poquito de exotismo, que no se diga...
Una de las cosas que me llamó la atención fue el ritmo de trabajo. Reconozcámoslo, todo el mundo tiene en mente la idea de una cierta, digamos, relajación laboral. Bueno, supongo que de todo habrá, pero tengamos en cuenta un detalle: la jornada laboral en Colombia es de 48 horas semanales. Es decir, se trabaja los sábados. O en ocasiones, se trabaja 9 horas semanales y sábados alternativos. No sólo eso, sino que además hay tan sólo 15 días (naturales!!!) de vacaciones al año.

Bogotá es una ciudad enorme, con unos diez millones de habitantes, situada a entre 2600 y 3000 metros por encima del nivel del mar. Eso, que parece un dato intrascendente, es algo que noté al despertarme la primera noche. Una sensación como de congestión nasal, pero sin tenerla. Entre la respiración un poco más costosa (me pregunto cómo será en La Paz o Cuzco) y el desbarajuste del cambio horario, no resultan ser las mejores condiciones para trabajar. Pero amigos, uno es un profesional y lo afronta todo con la mayor dignidad de la que puede hacer gala. Mi contacto en Bogotá me recoge en el hotel y nos disponemos a llegar a la oficina. Las calzadas de las calles están destrozadas, en pleno centro financiero hay unos socavones que hacen necesarios unos buenos amortiguadores en el coche. El tráfico es caótico, pero no sólo por la cantidad ingente de coches que hay, sino por el desprecio a las normas más elementales de seguridad al volante. Sin embargo, y como suele ocurrir en estas situaciones, nadie se cabrea, nadie toca el cláxon. En Barcelona, una indecisión o un cambio de carril inesperado provocará una pitada monumental con mención a la madre incluida por parte del conductor de detrás. No era el caso de Bogotá, donde todo el mundo aceptaba ese caos con resignación y calma. Para tratar de mejorar eso, el ayuntamiento restringe la circulación a días tres días de la semana por número de la matrícula del vehículo. Es decir, el conductor de Bogotá no puede sacar su vehículo un par de días determinados de la semana, que el local define con una expresión graciosa, “tener pico y placa” (??), y el fin de semana es abierto para todos los coches.
No está nada mal...

Tres acontecimientos marcaban el pulso de la semana: la cercanía de Halloween, las elecciones municipales que se han celebrado hoy, domingo, y la final de la Copa de Colombia. Como suele ocurrir en casi toda América Latina, la influencia de los USA es muy fuerte. Por eso, si en España, cásica, orgullosa, rancia, católica, apostólica y romana, resulta cada vez más difícil evitar la incorporación de Halloween a la festividad de Todos Los Santos, en Colombia ya forma parte del imaginario colectivo, con niños disfrazándose y pidiendo caramelos incluidos. Todos los locales de ocio de la ciudad estaban decorados con telarañas de pega, calabazas, lápidas y muñecos de brujas. Las fiestas prometían ser grandes, aunque se adelantaban al fin de semana, ya que al caer el día 1 en martes, se trasladaba el festivo a un lunes de otra semana. Sin embargo, había un problema: las elecciones municipales del domingo. Y por qué suponía eso un problema, se preguntará el lector de estas líneas. Pues porque en Colombia, la jornada de reflexión previa a la cita electoral incluye el establecimiento de Ley Seca. Es decir, desde las seis de la tarde del sábado, estaba prohibida la venta de alcohol tanto en bares como en licorerías y supermercados. Con lo cuál, había un cierto stress en comprar las botellas antes de esa hora para consumirlas en casas, en fiestas particulares o antes de, como dicen allí, “irse de rumba” (ya me perdonaréis, a mí, que soy tontito, me hacen gracia estas expresiones).
Y aunque el fútbol colombiano hace tiempo que está de capa caída, y los años de gloria de la selección colombiana quedan muy atrás, sigue siendo un entretenimiento muy seguido. El jueves se jugaba la final de Copa (partido de vuelta), y muchas personas de la oficina donde trabajaba esa semana se reunían para ver el partido en un bar, así que me invitaron a unirme a ellos. Todos los bares llenos a rebosar de hinchas siguiendo con ese entusiasmo que todo el mundo relaciona con el fútbol argentino para ver el partido: Millonarios de Bogotá contra Boyacá Chicó. En fin, ni siquiera beberme varias botellas de cerveza Club Colombia me hizo superar mejor un partido que definiría el gran José María García de ramplón, ramplón. Pero amigos, en ese bar se podía sentir la Pasión. Al final, que sé que andábais en un sinvivir, y pese al penalty fallado, acabó ganando Millonarios, “los millos”, lo que desbordó la alegría en las calles por parte de los hinchas (y el puteo por parte de la vecindad, supongo). Después, una cena a base de picada, un plato para compartir a base de patata criolla, morcilla y salchichas, en el cerro Santa Bárbara, y un canelazo, licor caliente y muy dulce para una noche como ésa, lluviosa y algo fresca, como fue toda la semana.

Vista de la ciudad desde el cerro, con un canelazo en la mano.
En fin, por supuesto que también trabajé. Lo malo de esos viajes que, para ser en el otro lado del mundo, acaban siendo cortos, es que entre la jornada y el mal dormir por el cambio de hora, uno llegaba al hotel bastante cansado. Y los cachondos del hotel, además de surtir el baño con los clásicos jabones, pasta de dientes y demás, incluían un preservativo en el kit. Me pregunto si lo renovarían al día siguiente, en caso de que lo hubiera usado...

Canciones:

Mother Love Bone: “Stargazer”
Fun Lovin' Criminals: “Up On The Hill”
Vampire Weekend: “Mansard Roof”

miércoles, 26 de octubre de 2011

Mike Mills

Ya he hablado varias veces de R.E.M. en este blog, una de mis bandas favoritas desde hace ya los 20 añazos que se cumplen de la publicación de “Out Of Time”. Sí, no me las daré de entendido, yo conocí y comencé a admirar a R.E.M. con el disco que les llevó a la popularidad. Yo, como millones de personas. Lo que ocurre es que millones de personas se quedaron en el “Out Of Time” y el “Automatic For The People”. Pero ésa, es otra historia.

Hoy quisiera hablar de mi miembro favorito de R.E.M., Mike Mills. Está claro que Michael Stipe era la cara visible y foco de atención de los de Athens. Es así, no hay que darle más vueltas. Sin embargo, se trata de un grupo en el que los cuatro, tres en su etapa final, miembros tenían mucho peso individual. Mike Mills era oficialmente el bajista de la banda. Digo “oficialmente” porque es bajista, y muy bueno, pero también tocaba el piano en muchas canciones, y sobretodo, hacía unos coros fantásticos que se complementaban con la voz principal de Stipe. Amén de ser compositor de varios de los temas más famosos del grupo, si bien R.E.M. siempre han firmado sus composiciones como conjunto. Hablo de gemas de pop como “Nightswimming”, “At My Most Beautiful” (puro sonido Brian Wilson), “(Don’t Go Back To) Rockville”, “Let Me In” o la rockera “What’s The Frequency, Kenneth?”. Por poner unos ejemplos que, a la postre, son algunas de mis R.E.M.-Canciones favoritas.

No volvamos a Rockville...
Desde muy al inicio he sentido simpatía y admiración por Mike Mills. Y os voy a confesar por qué. Una de las razones, la primera. Luego, vino la admiración en una base más musical, tirando del hilo, buscando los temas que él había escrito. Pero al principio, en ese 1991 y en adelante, me llamó la atención por su aspecto. Tenía el aspecto de un empollón lúser, de un pringadillo… como yo! Hagamos memoria y recordemos el tremendo look que lucía el amigo Mike Mills en esa época. Ese pelo… esas camisas… esas gafas… no me digáis que no parecía el hermano pequeño de Bill Gates, más que el bajista de una banda que lo significó todo para el pop y el rock underground americano. Yo era como él. Quiero decir, tenía el mismo aspecto de panoli al que le roban el bocata en el patio. Y claro, eso me gustó. Hermanamiento entre pringadillos. La conjura de los empollones.

Al fondo, a la derecha
Sí, así de simple, así de básico, así de tonto y de frívolo era yo… y lo sigo siendo. Entonces el razonamiento era sencillo, si Mike Mills, con esa pinta, podía ser una estrella del rock, entonces yo también podría. Santa inocencia.

Hay que decir que con el tiempo, el aspecto de Mike Mills mejoró bastante, básicamente a partir del lanzamiento de “Monster” (1994), con el pelo más largo, la perilla noventera y sobretodo esos trajes fantásticos que llevaba a escena, llamados nudie suits, trajes coloridos típicos de la cultura cowboy más hortera y los rodeos, la clase de trajes que también lucía, en su momento, Gram Parsons. Minipunto para Mike Mills!!! Aunque vestido de esa guisa ya perdió su aspecto de empollón de película de los 80’s, para aquél entonces yo ya le respetaba y le admiraba por mucho más que por eso. Ya no ha vuelto a lucir esos trajes en escena, pero os aseguro que si un día monto una banda, tengo que hacerme con uno de esos nudie suits.
Mike Mills + Nudie Suit = elegancia en el rock n' roll
Acabaré diciendo que la última vez que vi a R.E.M. en directo, hará unos tres años, Mike Mills demostró ser una fiera en el escenario, tanto instrumentalmente (y con sus coros) como a nivel de carisma. Y cerraré diciendo que el amigo tiene ya la friolera de 52 añazos… Poca broma. Se les echará de menos.


Canciones:

Mink Neville: “Slow Drain”
R.E.M. : “(Don’t Go Back To) Rockville”
Pearl Jam: “Go”



lunes, 24 de octubre de 2011

Catedrales y sujetadores

Hoy las intenciones eran hablar de otra cosa. Pero resulta que me he quedado sorprendido esta mañana al leer una noticia en El Periódico De Catalunya en la que habla de una investigación llevada a cabo en forma de tesis doctoral  acerca de edificios emblemáticos del Barri Gòtic de Barcelona. Documentada con varias fotografías de archivo que dotan de veracidad al asunto, parece ser que varios de estos edificios ni eran “góticos” ni tenían el aspecto actual que tienen. Al parecer, entre finales del Siglo XIX y principios del XX varios edificios fueron ampliamente remodelados en sus fachadas, para dotarles de un aspecto de clásica construcción de la alta edad media. Los propósitos no están muy claros, parece ser que en busca de una glorificación del los vestigios de esa época medieval en las que Catalunya resultaba ser una suerte de potencia mediterránea. También se apunta a la búsqueda de la atracción turística.

Este es el aspecto actual del templo
Lo más sorprendente del asunto resulta ser la fachada de la Catedral de Barcelona. Tal y como la conocemos, es fruto de unos trabajos que finalizaron hace tan sólo 100 años. La imaginería gótica de arcos ojivales y decoración en los mismos no forma parte del diseño original. En este momento recuerdo mis estudios de historia en el instituto, cuando se hablaba de las catedrales románicas y góticas del país, y decían que la de Barcelona era una catedral de un románico avanzado. Luego yo veía el edificio y las cosas no me cuadraban. Ahora veo la fotografía del templo a mediados del siglo XIX y comprendo lo que me decían.

Este es el aspecto de la fachada original, claramente diferente de la actual... no sé, a mí me resulta curiosísimo...
En realidad, han pasado demasiados años de la reconstrucción de la catedral como para poder sentirse, de alguna manera, engañado. La verdad no deja de ser un concepto sobrevalorado. Y una mentira repetida muchas veces se convierte en una verdad. Al final es como cuando te ligas a esa chica que tanto te gusta, y al quitarse el sujetador, te das cuenta de que se trata de una de esas prendas milagrosas que junta, realza y engaña a los hombres de buena voluntad, y esa exhuberancia resulta no ser tal. Sea como fuere, cuando emiten por televisión ese anuncio de lencería Intimissimi con esa chica fantástica y su sujetador mágico que convierte en vigilante de la playa a una muchacha cualquiera, no puedo dejar de sucumbir a su efecto hipnótico. Bendito engaño.

Canciones:

Mink De Ville: "Bad Boy"
Pearl Jam: "Crown of Thorns"
Fun  Lovin' Criminals: "Got Our Love"

jueves, 20 de octubre de 2011

PJ20


Hacía ya unos días que no actualizaba, y estoy seguro de que los millones de seguidores para quienes significo la luz que ilumina sus tristes vidas andaban ya preocupados, creyendo que ésta resultaría ser una de mis, últimamente más frecuentes, travesías por el desierto, a veces de 40 días con sus 40 noches, otras más cercanas a los 40 años. Sea como fuere, no se trata de eso, y por aquí sigo, dando guerra. Así que atenta la compañía.

Y si un evento me alegró la semana pasada (esta semana, si eso, la obviamos), ése fue el pase de PJ20, la película documental de Cameron Crowe para conmemorar el 20 aniversario de Pearl Jam. Se realizaba un único pase en la ciudad, el jueves 13 en los cines Icaria. Única oportunidad de ver la cinta en pantalla grande. No me lo iba a perder, a pesar de que los 12€ de la entrada me parecieron excesivos. Qué dura es la vida del fan.

En fin, queda claro que del sumatorio Cameron Crowe + Pearl Jam difícilmente podían salir malas cosas. Así, si me pongo a hablar muy brevemente de la cinta en sí, sólo puedo decir que me gustó, y mucho. Aunque resulta innecesario ponerme a detallar el documental que resume los 20 años de carrera musical de los de Seattle, porque seguro que a estas alturas, a golpe de click, pueden dar con reseñas llenas de datos y frías como témpanos. No, si alguien busca eso, mejor salga de esta página. O se vaya a buscar porno, que es lo mejor que se puede encontrar en la red. Aquí, en realidad no hablo de PJ20. Hablo de mí. Yo y mis circunstancias.

Que 20 años no es nada, que febril la mirada
No por manido, voy a dejar de hacer el comentario. 20 años, menuda cifra, da puro vértigo. No dejó de regalarme el visionado un poso de melancolía al ver ciertas imágenes y escuchar ciertas canciones. Y eso que no sonó mi canción de Pearl Jam favorita, “Rearviewmirror”... ¿o tal vez sería Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town”? El caso es que allí nos reunimos un grupo de personas, casi nadie por debajo de los 25, la mayoría entre los 30 y los 35 años, lo cuál dice bastante poco de la renovación del público que arrastran los Vedder, Gossard y compañía. Todos nosotros celebrando un pasado.

Veréis, estoy acostumbrado a consumir material rememorando bandas que no viví en su apogeo, como pueden ser Kiss, por poner un ejemplo. El caso de los Guns n' Roses es diferente, porque los gunners actuales muy poco tienen que ver con los que me encandilaban tiempo atrás. Por alguna razón, con Pearl Jam fue diferente. No es que me guste más su música que la de Axl Rose. No es eso. Ni siquiera sé decir exactamente qué es. Las imágenes se iban sucediendo y yo iba recordando escuchar “Rearviewmirror” en aquél bar, pillando en la radio el primer single de Vitalogy, “Tremor Christ”, descubrir la historia de Mother Love Bone, comprarme No Code, la pequeña decepción de su concierto en el St. Jordi del 2000 y la reconciliación con su directo en el Azkena años después. Melancolía, pero también me hizo sentir bien. Lo que los escritores cursis aprovechan para usar expresiones como “sentimientos enfrentados” o “sensación agridulce”, como si de un menú del chino de abajo se tratara.

Ya que en la cinta apenas tienen la delicadeza de mencionarlos, Dave Abbruzzese y Jack Irons, o el maravilloso mundo de coger las baquetas en Pearl Jam.
Como la carrera de Pearl Jam, la película va de más a menos, especialmente emocionantes son las imágenes de Andy Wood con Mother Love Bone, y esa primera gira de Pearl Jam con ese Eddie Vedder desbocadísimo. Cameron Crowe sabe lo que tiene entre manos y no erra el tiro. Cosa que, por ejemplo, no puedo decir de Scorsese, grande entre los grandes, pero que nos brindó un docu-concierto con todos unos Rolling Stones que supo bastante a poco. Mención aparte a ese Chris Cornell luciendo un aspecto rarísimo, no sé si sería ese color de piel o esa pinta de llevar un bottox mal puesto.

Y al final, qué nos queda de Pearl Jam? Pues supongo que queda lo mismo que de lo que éramos nosotros hace 20, 15 o 10 años: poco. Tampoco creo que como banda estén acabados, pero la realidad es que sus últimos cuatro discos se mueven en niveles mucho más bajos. Alguno más inspirado (el aguacate) otros más flojos (Riot Act). Probablemente esté siendo benevolente porque en realidad no me gusta admitir que si se van Pearl Jam, no sabría encontrar un recambio. Una banda que proporcione rock sincero, grandilocuente, con toques de épica, detalles de clasicismo, aires generacionales, himnos, ética y estética. Y seguramente ahora mismo hay chavales de dieciséis años que pensarían que no, que esa banda existe, que les acompaña y describe sus sentimientos, lo que ocurre es que yo ya no lo puedo ver. Pero me darán el beneficio de la duda, no?

Canciones:

Mink DeVille: “Bad Boy”
Hockey: “Song Away”
Rocket From The Crypt: “Born in 69”



viernes, 14 de octubre de 2011

Julio Alberto: Mi Verdad


En esto de la literatura ocurre como en tantas otras disciplinas o aficiones. Un día uno se pasa toda la tarde escuchando el “Caravanserai” de Santana o pinchando una y otra vez “Pet Sounds”, “Life's Rich Pageant” y “Dark Side Of The Moon”... pero un día, no sabes por qué, te apetece una sesión con el debut de Poison. Hoy quiero cenar un magret de pato con salsa de pera y mañana disfrutaré como un puerco con un cubo de KFC. Esta noche me pongo “El Padrino” pero ayer estaba tan feliz visionando por enésima vez “Los Goonies”. Así, del mismo modo, yo siento una cierta predilección por los libros cutres, carroñeros, generalmente biografías o inverosímiles ensayos acerca de cualquier sandez sin base alguna. Y los puedo combinar sin problema alguno con cualquier obra que tengáis en mente. Por lo tanto, cuando tuve la oportunidad de que cayera en mis manos la autobiografía de Julio Alberto Moreno, por supuesto, no me pude resistir.

Julio Alberto (a secas, se merece ser reconocido sin necesidad de apellido) es uno de esos hombres que ha tenido una vida digna de ser contada. Lástima de que se haya hecho de ese modo. Pero de eso hablo luego. Y volvamos a Julio Alberto, el personaje. Lateral de toque finísimo, tuvo la mala suerte de militar en ese Barça de los 80's, de infausto recuerdo y que traumatizó a una generación de culés, por ser el único equipo capaz de tener en sus filas al protagonista de estas líneas, a Schuster, a Maradona, a Quini … y apenas ganar una sola liga, una copa del rey y poquito más... mientras se pasaba de un dominio vasco a la Quinta del Buitre. Si me permitís el paréntesis, me hace gracia y me sorprende esa culerada que hoy en día se queja si su equipo no golea todas las jornadas o no gana todos los títulos. No hace tanto que el Barça era el eterno segundón de la liga, y a la que se perdían un par de partidos de pretemporada, el pesimismo hacía presencia y el “ai, que patirem” era como un mantra en la grada.
Definitivamente, la verdad es algo sobrevalorado
Volviendo a Julio Alberto, tuvo una infancia difícil, con un padre muy chungo y una madre poco equilibrada, y en seguida despuntó en Atlético de Madrid, para fichar por el Barça regentado por Núñez en 1982, donde permanecería hasta 1991. Y luego la caída. Drogas, separaciones de sus diferentes mujeres, prostitutas, depresiones, quiebras económicas, intentos de suicidio y redenciones. Y ahí es donde se supone que cobra sentido este libro. Escrito al alimón por el propio Julio Alberto y una tal Carmen Amorós, quien dice ser periodista pero de quien nada he encontrado en Internet (tampoco es que haya buscado mucho), el libro recoge conversaciones del ex-futbolista con la periodista, acerca de su vida. Cabe decir que está escrito en 1994, lo cuál no deja de dar bastante vértigo, si pensamos en los 17 años que han pasado. En ese momento es cuando hacía poco que se había conocido la caída al pozo del lateral izquierdo, cuando salieron a la luz sus gravísimos problemas económicos y sus intentos de suicidio, lo cuál supuso un pequeño shock para todos aquellos que recordaban al jugador como estrella blaugrana o vistiendo la elástica de la selección española. Tampoco estábamos todos tan acostumbrados como ahora a ver ex-deportistas de élite cayendo en espirales de vicios y bancarrotas.

La historia se puede resumir bastante rápido. Julio Alberto no sólo es un jugador de élite sino que también da el gran braguetazo casándose con Carmen Escámez, de familia muy rica, propietarios del Banco Central. Su matrimonio, no obstante, acaba muy mal, aunque tienen a una hija con quien el padre no tiene apenas contacto. El tener de su lado a una familia de banqueros, sumado al propio dinero que su condición de futbolista le genera, hace que muchas personas se acerquen a él en busca de una inversión para negocios que en muchas ocasiones están mal llevados, resultan ruinosos o pasan directamente a la categoría de estafa. Para el recuerdo queda un single que llegó a grabar con Carmen Escámez, una cosa realmente horrorosa pero muy definitoria del tipo de vida que llegó a tener el jugador.


Con Carmen no es excesivamente cruel en su libro. Sin embargo, a final de su etapa como jugador tiene otra mujer, Patricia, a quien pone deja fina y llega a decir que le ha practicado magia negra. Sea eso cierto o no, dilapidaron juntos su fortuna, y al final, tras una desagradable separación, fue el propio Julio Alberto quien acabó por reventar la caja. Se embarca en una espiral de drogas y putas, y cuando deja el fútbol, se dedica a otro deporte, el noble arte del destrozo de habitaciones de hotel. Con magia negra o no, hay que reconocerle que ha tenido bastante mala suerte en varios episodios de su vida.

"Esta es la historia de un hombre que casi todo lo tuvo y casi todo lo perdió"... alguien dijo sensacionalismo?

La publicación de su libro llega tras el escándalo de haberse hecho pública su situación tanto económica como de adicción, aderezado por uno de sus diversos intentos de suicidio. En ese año, sin embargo, al parecer, logra rehabilitarse y su biografía es una suerte de catarsis y demostración pública que sí, que ya no le da al alpiste. Y ése es el interés del libro.

Yo me esperaba más de esto en el libro.
Aunque es de agradecer que no eche paños calientes sobre sus problemas varios, y hable claramente de drogas, su querencia hacia las señoras que fuman y sus lamentables negocios, el libro peca de lo peor que le puede ocurrir a una biografía de estas características: aburre. Falta algo importantísimo en este tipo de “literatura”, y son las anécdotas. Es todo muy solemne, todo un poco con aire de querer dar penica, pero cae en el recurso fácil. La imagen de “yo-era-un-niño-de-pueblo-con-infancia-dura-mal-asesorado-no-lo-voy-a-hacer-más” se recalca, cuando lo que el lector quiere no es juzgar a Julio Alberto. O quizás no ahora, en 2011, tal vez en 1994 sí, por cercanía en el tiempo. En cualquiera de los casos, y no estoy seguro de si se trata de una cuestión de pudor, de torpeza literaria o de no dar nombres que puedan comprometer, apenas relata situaciones concretas. Es todo muy vago. A ver, un tipo que ha salido de fiesta con Maradona, debe tener más cosas que contar. Un tío que regentó una discoteca en Sitges (con Marcos Alonso de co-propietario). Que grabó un single de canción melódica. Que se codeó con jet set de la mano de su mujer y la familia Escámez. Que viajó por todo el mundo en una época en la que sólo los verdaderamente ricos viajaban. Un hombre así ha de tener, por fuerza, más cosas que contar. No puede ser que con una biografía así, el lector acabe, dicho en jerga futbolística, pidiendo la hora. Tal vez sea culpa de la periodista que coordinaba el libro, la tal Carmen Amorós. O tal vez el propio Julio Alberto no quisiera remover en demasía el pasado. En cualquiera de los casos, una pena, por tratarse de un libro que podía haber dado mucho más de sí y resulta ser flojito. Está claro que las biografías de Mötley Crüe, Keith Richards, Slash o Aerosmith estaban, por aquél entonces, muy lejos siquiera de imaginarse. Pero ese estilo, aplicado al este libro, hubiera resultado el ideal.

Julio Alberto con Alexanco y Lineker, o el paradigma del Barça ochentero. Ojo al detalle de calidad de escribir mal tanto el nombre como el apellido del delantero inglés: Gary Lineker
Como epílogo a estos 17 años que han transcurrido desde este “Julio Alberto: Mi Verdad” al 2011, puedo deciros que esa rehabilitación de la que hacía gala entre sus páginas no fue definitiva, y acabó recayendo a sus viejos vicios de drogas, putas, habitaciones destrozadas, intentos de suicidio y dinero gastado. Ha pasado por ciclos de rehabilitación, por etapas de estar limpio y por otros episodios esperpénticos como cuando en 1998 se le acusa de robar en el bar donde trabajaba, tras haber vuelto de una etapa de rehabilitación en las Maldivas (??) donde había pensado quedarse, incluso había abierto un negocio de souvenirs (????) que, por supuesto, no cuajó. Ha pasado también por algunas cadenas de TV de poco alcance como comentarista, incluso se sacó el título de entrenador.

Para acabar, no puedo resistirme a cerrar la entrada con un clásico de este tipo de historias, el final con la redención del personaje. Hoy en día, Julio Alberto se dedica a colaborar con organizaciones benéficas dando conferencias alertando del peligro de la droga y está vinculado al Futbol Club Barcelona, en uno de esos cargos indeterminados. Podéis seguirle en su blog. No lo lleva muy actualizado, 3 entradas en los últimos 6 meses, pero ¿quién soy yo para quejarme al respecto?

Canciones:

Pearl Jam: "Bushleaguer"
Adelle: "Rolling in the Deep"
Generation X: "Revenge"

lunes, 10 de octubre de 2011

Fun, Live & Criminal


Ya he hablado muchas veces de mi condición de fan de los Fun Lovin' Criminals. Han sido unos asiduos a estas líneas, como podéis comprobar haciendo click en la etiqueta que lleva su nombre. Es por ello que la publicación de un disco en directo del trío neoyorkino debería suponer una noticia grata. Y lo es, que no quepa la menor duda. Sin embargo, no deja de haber un poso agridulce en la misma, que a la postre, es sintomático de cómo está el mundo de la música hoy en día, de rock y del pop, digamos, “no mainstream” (para el caso del rock esa acotación ya no es necesaria, el rock hace demasiados años que no es de consumo al gran público). Ya comenté cuando hablé en su momento de “Classic Fantastic” (2009) que el combo estaba pasando por momentos definitivamente muy lejos de épocas pretéritas. La publicación y difusión de ese trabajo fue costosa, y a través de una compañía pequeña, la suya propia, KiloHertz. Y no hay nada malo en ello, claro, pero verse obligados a trabajar en compañías que no pueden invertir en bandas, en promos y en buenas grabaciones, demasiado a menudo, provoca que la banda acabe cerrando la barraca. Afortunadamente, de momento no es así. Pero si la presencia de “Classic Fantastic” en las tiendas era más bien escasa, casi testimonial, la de este disco en directo, “Fun, Live & Criminal” (2011), es nula, y sólo se puede conseguir haciendo un pedido en su sitio web.

Bonito packaging
De hecho, para poder sacarlo al mercado, FL'C hizo algo ahora cada vez más común, y es pedir órdenes de compra por adelantado, para poder financiar el proyecto. Para un grupo que vendió miles de copias de sus tres primeras grabaciones, resulta ser algo extraño, el hallarse en esta tesitura. Por un lado me alegro de que la banda siga adelante, esté en muy buena forma (“Classic Fantastic” es un gran disco) y no haya acabado como otros nombres de los 90's que, aunque rebosaran calidad, no llegaron a los niveles de popularidad esperados, más por las compañías aunque a veces también por ellos mismos, y decidieran abandonar. Por otro lado, me jode no poder encontrar los discos de FL'C en cualquier tienda, al alcance de cualquiera, que no estén copando portadas de los medios y, sobretodo, que sea difícil que los promotores españoles se animen a traerlos por aquí. Claro que, por otra parte, tampoco quisiera que mi vecina de enfrente tuviera “City Boy” de politono en el móvil o que sus conciertos fueran noticia porque los jugadores del Barça estaban en la zona de celebrities de la sala. Qué complicados somos los fans.

En fin, por supuesto que hice mi pedido del disco y diligentemente, al cabo de unos pocos días recibía mi paquete en casa. La muchacha de KiloHertz me mandó un e-mail diciéndome que lo sentía, que se iban a retrasar un par de días, los que tardaría Huey en pasarse por la oficina y firmar el ejemplar. Al final, un majestuoso triple CD en directo firmado por Huey, Fast y el que es su batería desde hace ya unos años, Frank. Qué más puedo pedir?

Tres firmas para personalizar una copia

Permitidme que os explique una anecdotilla. Creo que en alguna ocasión ya lo había contado, es igual. Cuando me puse Internet en casa, hará unos diez años, y comencé a trastear por webs, una vez entré en el sitio oficial, por aquél entonces, de Fun Lovin' Criminals. Había, claro, una dirección de contacto, y allí estaba, al ipso facto, vuestro buen amigo Kar, joven, despreocupado, lozano y algo naïve, mandando un correo a la banda, a la que acababa de ver por segunda vez en concierto, un correo lleno de elogios y sugiriéndoles que tenían que grabar un disco en directo, al tratarse, como son, de un grupo que dota a sus temas de un tratamiento muy diferente en estudio que sobre el escenario. La respuesta no tardó en llegar, un lacónico “Thanks for the love”. El disco en directo tardaría una década más.
Supongo que ponerme a juzgar el contenido de los 3 CD's sería un poco obvio. Acabaría hablando de lo buenos que son, de lo mucho que me gustan sus canciones y de lo bien que suenan en directo. Personalmente, les he visto tres veces sobre las tablas y nunca me han fallado. De modo que trataré de contenerme. Lo primero que remarcaría es, para todos los miembros de la parroquia rockera a quienes los aires más hip-hop de sus discos en estudio les tira para atrás, que en directo suenan a una banda de rock. Sí, es cierto, usan muchas bases programadas, algo lógico e incluso necesario para la traslación de sus canciones al directo contando con sólo 3 miembros. Sí, es cierto, en ocasiones Huey Morgan rapea más que no canta. Y sin embargo, qué guitarra, señores. Bluesy cuando debe, potente en ocasiones, siempre omnipresente. Y qué batería, el fichaje de Frank fue todo un acierto, el tipo tiene pegada y sabe lo que se trae entre manos. Lo cuál deja espacio a Fast para jugar con el bajo, los teclados, la trompeta, la armónica, las programaciones, y lo que se le eche por delante.

Triple CD de lujo
En algunos temas, las partes pregrabadas restan capacidad para la improvisación, eso es cierto. En general, no obstante, las relecturas de sus canciones resultan francamente interesantes. No se trata de un concierto entero, sino de grabaciones de varios de sus shows. Luego, cada uno de los 3 CD's que componen el disco está mezclado y estructurado como si de 3 conciertos diferentes se tratara, con tres setlists distintos. Así, en todos ellos hay momentos para el rock n' roll, para los himnos, para los aires más groove y las baladas.

Personalmente considero que los temas escogidos son los mejores y más representativos, y no me quejo por la exclusión de ninguno en particular. Así, nos topamos con grandes momentos como “Big Night Out”, “City Boy”, “Classic Fantastic”, la épica de “The Ballad Of NYC” (en una versión que supera claramente la original) o el clásico imprescindible “Scooby Snacks”. Incluyen tres temas nuevos, que tampoco son para tirar cohetes, pero no están mal, y una versión, amén de su conocida interpretación de “We Have All The Time In The World”, de “Live Have Love”, que estaba como bonus track de “Livin' In The City”.

Con ediciones así, quien se conforma con un triste archivo de mp3 ???
Poco más puedo decir. Para los fans, obligatorio. Para los neófitos, puede ser un buen comienzo, aunque yo escogería antes uno de sus trabajos de estudio. Para los rockeros más cerriles a quienes su particular sonoridad no acababa de convencer, puede ser una buena opción. Y para los que les perdieron la vista en los últimos años, oportunidad de oro para el reencuentro.

Por cierto, podéis comprar vuestra copia en http://funlovincriminals.tv/

Canciones:

Nirvana: “Love Buzz”
The Gaslight Anthem: “American Slang”
Dinnosaur Jr. : “Just Like Heaven”

domingo, 9 de octubre de 2011

Kar en Polonia


Como hacía tanto tiempo que no me asomaba a estas páginas, he hecho muchos viajes sin haber dado cuenta de ellos por aquí. Y lo haré, a su debido tiempo, porque sé que en el fondo os gusta esta tontiguía Lonely Planet para viajeros tarados. Pero ahora toca uno de los últimos que hice, hace apenas unos días, a Polonia, y más concretamente, a Varsovia, como bien reza el título de la entrada, que se me ha ocurrido en un alarde de originalidad, al más puro estilo Asterix (Asterix en Hispania, Asterix en Bélgica, Asterix en La India, etc…).

Una vez más, fueron circunstancias laborales las que me llevaron a Polonia. Así que allí estaba vuestro buen amigo Kar, pegándose el madrugón de su vida, para viajar, vía Munich, a Varsovia. O lo que es lo mismo, de El Prat a el aeropuerto Franz Josef Strauss, y de éste, al aeropuerto Frédéric Chopin. Que digo yo, al aeropuerto de Barcelona podrían llamarle, siguiendo el ejemplo, Aeropuerto Albert Pla, o Aeropuerto Raphael.

Y como quiera que no me voy a parar en detallar las circunstancias laborales que me llevaron la mayor parte de los 5 días que por ahí estuve, la cosa se reduce a poco tiempo. Afortunadamente tenía el hotel bastante céntrico, y podía caminar tranquilamente a muchos sitios, comenzando por el centro histórico de la ciudad, que, lo digo aquí y ahora, es lo único que realmente vale la pena. En un paseíto no excesivamente largo me plantaba en la zona céntrica, eminentemente peatonal. Se trata de un área con ese estilo de ciudad centroeuropea, pero que nadie se lleve a engaño: la mayoría es reconstruido… intentando mantener el encanto, sí, pero reconstruido, ya que la ciudad quedó derruida tras la Segunda Guerra Mundial.


Reconozco que me encanta la aplicación Instagram del iPhone!! Centro de la ciudad.

Mi contacto en el país era una señora polaca con una manera demasiado seca, directa, casi borde de decir las cosas, por lo menos en inglés. Lo atribuyo, por lo menos, a la incomodidad en esa lengua. De todas formas, desde fuera, y para un extranjero como yo, el polaco es un tipo que parece estar permanentemente cabreado. Es esa particular sonoridad del idioma, supongo. Se trata, por supuesto, una visión simplista, sencillamente, una sensación que tenía.

En la ciudad, pocos vestigios previos a la guerra quedan. Por ejemplo, del clásico y mencionadísimo Ghetto Judío de Varsovia no queda nada. Fue arrasado, y en su lugar, se construyeron bloques de pisos, en lo que es una constante en gran parte de la ciudad, el típico bloque de las ciudades comunistas, feo y gris. Por otro lado, la zona más de negocios de la ciudad cambia esa constante gris por la frialdad de grandes edificios de oficinas y hoteles, que contrastan con los bloques comunistas y con ese tranvía que atraviesa las calles y retrotrae, automáticamente, a 30 años atrás. Y de fondo destaca el Palacio de la Cultura y la Ciencia, joya del progreso comunista, un regalo de la URSS, también conocido como el Palacio Stalin. Altísimo, el más alto del país y de los edificios más altos de Europa, es interesante para verlo iluminado cuando cae la noche.


El Palacio Stalin (una vez más, instagrameado)

No deja de resultar curioso que en un país con el comunismo tan reciente, tengan el catolicismo tan enraizado. Varsovia es una ciudad con muchísimas iglesias, a cada esquina, y con constantes referencias, fotos y recuerdos al dichoso papa Wojtyla, una especie de héroe nacional, a la altura de Messi o Axl Rose para ellos. No quiero olvidarme de mencionar lo guapas, en general, que son las chicas de Varsovia.

Y llegado a este punto, me permitiréis una confesión. Yo soy un tipo ruín y poco dado a la sociabilidad. Por eso siempre encuentro incómoda, en mis viajes, la típica situación de cuando tu anfitrión se ve, de algún modo, forzado a sacarte a cenar. Por un lado, se agradece, más que nada porque te llevan un buen sitio, te muestran algo interesante del lugar donde estás, te explican cosas… por otro lado, yo suelo disfrutar más acabando mi jornada y yéndome sólo a pasear, a callejear, a ver lo que me apetece cuando me apetece, acertando a veces, otras veces no. Entendedme, en esta clase de “eventos sociales”, compartes mesa y mantel con tipos con los que, al final, acabas charlando de trabajo, por lo menos en el ochenta por ciento de las ocasiones. Y claro, después de todo el día de trabajo, lo último que me apetece es alargarlo a la noche. Lo doy, sin embargo, como algo más o menos inevitable y que trato de disfrutar como puedo. Pero siempre a regañadientes, lo reconozco: soy así de rancio.


Aunque pueda parecerlo, no hacía de stalker de esa pareja.

En esta ocasión iba yo con mi contacto, la polaca que mencionaba anteriormente. Y con tres tipos más, dos de ellos ex militares. Me llevaron a un restaurante en la zona de los bloques comunistas, una especie de restaurante turístico temático basado en el pasado comunista pro soviético del país, llamado algo así como “La Taberna del Cerdo Rojo”, donde un “cerdo rojo” era, en argot, un colaboracionista del régimen. La comida es bastante pesada, basada, principalmente en carnes, y con los entrantes, me traen un vaso, del tamaño, digamos, de un vaso-envase de Nocilla, lleno con un líquido transparente muy frío que acaba siendo lo que sospechaba: vodka. Aquí el vodka y los las bebidas de muchísima graduación están a la orden del día. Y yo, que soy hombre de pocos alcoholes, vamos, que no soy Keith Richards, precisamente, le pego un sorbito de vieja, de compromiso. Ellos me miran, riéndose, y me dicen que no, que eso se bebe de dos tragos. Ok, vaso entero de vodka a palo seco, sin hielo ni nada, que eso es para moñas, en dos tragos. Y lo hice, claro.


La mejor cerveza de la ciudad.

Entre ese vaso y la cerveza, por lo menos, hicieron que la cena pasase más rápidamente, y me acabaron contando anécdotas de cómo era su vida en pleno régimen, de cómo comprar en una tienda era una pequeña odisea, de cómo ciertos artículos, como el papel higiénico, eran bienes preciados, y de las triquiñuelas que hacían para hacerse con mercancía. De cómo compraban cassettes de música popular del este de Europa, casi las únicas que podían conseguir con cierta facilidad, y las hackeaban para grabar encima otras cosas. De cómo ellos, cuando hacían carreras de biología y bioquímica, robaban el alcohol etanol para destilarse sus propios licores. Cosas que sorprenden pero que son mucho más recientes de lo que pudiera parecer. Yo les conté, entrado en la euforia del alcohol y la comida a raudales, que también “era polaco”, por ese cariñoso apelativo que los españoles usan para con los catalanes... el chiste no les hizo mucha gracia. O no lo acabaron de entender, quién sabe.

Canciones:

The Vaccines: "If You Wanna"
The Young Lovers: "Barbarella"
Unidades: "Much More"


martes, 4 de octubre de 2011

¿Sabes lo que pasa?




Juro que tenía un vago, vaguísimo recuerdo de ésto, pero nunca lo llegué a identificar exactamente. Normal, por otra parte. 1984. Sólo hace 27 años. Por cierto, el Gran Hermano, entonces, no dominaba el mundo. Chúpate esa, George Orwell. Todavía necesitaría unos años más para hacerlo. Pero volviendo a 1984 y mis recuerdos difusos, era capaz de recordar una coplilla que decía algo así como “sabesloquepasacuadodicesquemequieres” y luego “drinking tú, drinking yo”, pero no de ponerle una cara, un nombre, una estructura. Hasta que hace poco, muy poco, llegó a mí en la forma de ese vídeo que he pegado. Lo siento, es que no pude evitarlo. Fue de casualidad, cómo di con él. Dios salve a Youtube, remendador de memorias deshilachadas, y todo el mundo sabe que para las generaciones que crecieron durante los 80’s, recuerdos es igual a imágenes de la tele. Ahora tiene nombre. Y cara. Y una secuencia. Y la verdad, creo que ya estaba bien cuando quedaba almacenado en mi caja de los recuerdos difusos. Ahora es tarde, ya he visto demasiado. Como diría aquél, he visto cosas que vosotros no creeríais. Laín. Por qué?

¿Sabéis cuando ves un vídeo y ya en los primeros segundos te das cuenta de que la cosa no va bien? Pues éste es un claro ejemplo. Desde la presentación del gran Juan Tamariz, esas coristas negras con vestido de flamenca de tienda de chinos, ese bajista que parece que tiene el baile de San Vito y de fondo, él. Aparece ese muchacho detrás del escenario haciendo ese pase de baile que Rodolfo Chikilicuatre dio en llamar “el maiquelyason”, y se planta frente al pie de micro, como el niño que sale a hacer un playback para su función de fin de curso... pero con esa pinta de heroinómano en potencia. Con esa camiseta. Échale la culpa al boogie.

De la canción, poco puedo decir. Las imágenes y la música son completamente autodescriptivas. No, es que no pienso hablar. No voy a perder el tiempo en desarrollar esos coros (uh-ah), esa mezcla castellano-inglés, ese organillo que deja a los gitanos de la cabra en Stravinski… Y la letra. Tiembla, Pablo Neruda.

Luego la cosa se desmadra… arriquitaun-taun-tan-tu-taun, la guitarra española que agarra ese multiinstrumentista, ora en el órgano, ora a las seis cuerdas, que luce una camisa, ojo al dato, con la espalda descubierta, y el amigo Laín agarra un walkie-talkie, precursor del megáfono que usaba Enrique Bunbury en sus conciertos con Héroes Del Silencio. A partir de ese punto, todo va en caída libre.

En fin, a veces es mucho mejor no saber. Que la memoria, traicionera ella, nos deforma todo bajo el prisma que proporciona el tiempo y la autoprotección hacia los malos recuerdos. Que la verdad está sobrevalorada. Que la ignorancia es felicidad. Que todo en la vida es sueño. Buenas noches y buena suerte.

Canciones:

Chris Cornell: "Preaching the end of the world"
Redd Kross: "Dumb Angel"
Fun Lovin' Criminals: "Take me back"

domingo, 2 de octubre de 2011

NDK Comeback Tour Fall'2011


Hace ya mucho tiempo que me fuí, que desaparecí de la escena bloguera. No era la primera vez que me ocurría, pero jamás había llegado a transcurrir tanto tiempo. ¿Qué me llevó a ello? Poco importa ahora. Probablemente ni siquiera esté seguro de las verdaderas razones, como tampoco lo estoy de las razones que me impulsan a volver, ni sé para cuanto tiempo, pero como mínimo aquí estoy. Y contento de haberlo hecho.

No van a haber grandes cambios, más que los implícitos al propio paso del tiempo. Por lo demás, NDK sigue siendo igual. Resulta un NDK3.0 sospechosamente parecido a sus encarnaciones anteriores. Disperso. Arrogante. Unas veces más personal, otras puramente banal. Un ejercicio de trilero con ínfulas de juntaletras.

No negaré que llevo tiempo planteándome la vuelta y que tengo un cierto respeto a la hoja en blanco y a la letra publicada. ¿Seguirán acaso mis millones de ciberfans ahí fuera? ¿Qué habrá pasado con mis trolls, detractores o incluso enemigos online? ¿Se resentirá mi ego? Me siento un poco como esas bandas que tras un pasado legendario y después de un largo período de aventuras en solitario con poca fortuna, se reúnen de nuevo para hacer una gira. NDK Comeback Tour Fall'2011.

Imagen gratuita de unos expertos en "comeback"

A todos los que alguna vez estuvieron y han vuelto, gracias. A los que no, no. A los que han llegado por casualidad a estas líneas, buscando fotos de cadáveres o fotos de Harvey Keitel desnudo, bienvenidos. A los que buscaban otras cosas, bienvenidos también. Los que pasen por aquí por vez primera, y también los que se piensan quedar. A los que curiosean pero no dejan comentarios ni rastro alguno de su presencia (algo que a los ego-blogueros nos duele en el corazón, cada vez que un lector se larga sin comentar, un cachorrito de cocker spaniel muere de pena, que lo sepáis y que cargue sobre vuestra conciencia).

Para todos vosotros: Paz, amor y holocausto nuclear.

Siempre vuestro,

Kar


Canciones:


Manic Street Preachers: "Life becomes a landslide"
QOTSA: "Sick, sick, sick"
Sponge: "Wax Stasic"