viernes, 30 de noviembre de 2007

Mundo Viejuno

Hoy cumplo 28 años, y un año más obedezco a esa norma no escrita para todo bloggero que obliga a escribir una entrada el día de tu cumpleaños. No puedo evitar releer la del año pasado, que se perdió en el limbo de la red , como dos años de archivo de NDK, hace ya bastante. Entonces cumplía (claro) 27, y la siguiente foto ilustraba la entrada.


Qué tienen en común todos estos personajes? Ahora me doy cuenta de que falta Jim Morrison

Como quiera que es evidente que mi destino no ha sido como el de esa gente, vuelvo con mi cita anual de reflexiones sobre el tempus fugit y de balances. Evidentemente, esto de los cumpleaños cada uno se lo toma como quiere o como puede. En mi caso, es una excusa perfecta para darme cuenta de cómo pasa el tiempo. Cuando vemos a una persona a diario, no nos damos cuentas de sus pequeños cambios físicos, pero cuando la vemos una vez al año, notamos cómo se ha engordado o como (parafraseando a Carlos Gardel) las nieves del tiempo platearon su sien. En esto de los cumpleaños pasa lo mismo. Desde luego que el tiempo pasará igual un 12 de mayo que un 30 de noviembre, pero los 30 de noviembre es cuando me fijo en ello.

Por eso sigo siendo de los románticos que esperan pasar un día especial el día de su cumpleaños. Hoy, sin ir más lejos, he decidido tomarme el día libre. No se lo digáis a nadie, pero no he ido a trabajar. Tampoco es que me haya despertado excesivamente tarde, lo suficiente como para no tener sueño. He bajado al bar para desayunar (frase cortesía de J de Los Planetas) y luego he cogido el coche. El destino no estaba claro, Barcelona, supongo, pero el caso era salir a dar un paseo. Sin prisa. He cogido una emisora de radio en la que sonaba una sección acerca del pop británico de los 80's y 90's, y he pasado un buen rato escuchando tópicos trufados con verdaderas gemas de The Cure, Suede o los hoy olvidadísimos Blur, que me gustaban en su época. En fin, un día de relax. Porque yo lo valgo.

Y aprovecharé la coyuntura de que cae en viernes para alargar las celebraciones, cual Reina Madre de Inglaterra, a todo el fin de semana. Y todavía tengo tiempo de escuchar unas cuantas veces más "Cumpleaños Total" de Los Planetas, al igual que antaño pinchaba en este día "I'm Eighteen" de Alice Cooper. Eso era cuando los 18 me quedaban más cerca.

No quisiera dejar de cerrar, sin embargo, con una reflexión que me hizo un amigo, no hace mucho, también, como yo, propenso a destilar una artificiosa trascendentalidad en cualquier conversación. Con 28 se es ya demasiado mayor como para tener ciertas actitudes (de jovencito descerebrado, entendí yo) pero demasiado joven para otras (como el ser un señor adulto). Ahí es nada.

Canciones:

Los Planetas: "Cumpleaños Total"
Guns n' Roses: "Crash Diet"
Nacho Vegas & Christina Rosenvinge: "Un verano fatal"

miércoles, 28 de noviembre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 13: Epílogo con jet lag

Bueno. Ya está. Se acabó la aventurilla. Podría decir que se acabó el sueño (americano), pero es que de sueño (el de verdad), tengo un rato largo. Era el primer viaje transoceánico que hacía, y yo que siempre pensé que esto del jet-lag era una pijada… me he dado cuenta de que no. Y ahora estoy, levantándome a las 6 como si hubiera dormido hasta mediodía, y luego, durante el día, durmiéndome por las esquinas.

Estoy cansaooooo

Atrás quedaron las calles de San Francisco, las playas de Hawaii, el vicio de Las Vegas y ese todo que es L.A. (calles, playas y vicio). Y me he vuelto con la sensación de que no he tenido tiempo de casi nada. Para un futuro (esperemos que no muy lejano) queda un viaje a California, dos semanas, alquilando un coche en San Francisco y dejándolo en San Diego , con una noche en la ciudad del juego, las luces de neón y el vicio, pasando por el desierto de Mojave y por Joshua Tree, visitando la frontera mexicana y circulando por la mítica Route 66. En fin, esperemos que no muy lejano.

Y yo? Pues a volver a la realidad. Qué remedio me queda. Y diablos, que me quiten lo bailao. Espero que hayáis disfrutado del relato. A partir de ahora, NDK volverá a su temática dispersa de siempre. Y a ahorrar tocan. Ale, besos, abrazos y arrumacos varios.

Canciones:

Miqui Puig: “Segundo Premio”
Maurice Ravel: “Bolero”
The Offspring: “Nitro (youth energy)”

domingo, 25 de noviembre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 12: Los aviones

Ya no sé cuándo comienza mi doceavo día o cuándo acabó el onceavo. Mi ruta de vuelo es matadora. Honolulu-L.A., media horita de intercambio, L.A.-Nueva York, hora y media de intercambio, Nueva York-Barcelona. Horas efectivas, 20, contando las escalas, que afortunadamente son bastante cortas. Pero es que cuando salgo de aquí, es lunes 8 a las 22h y llego a Barcelona el miércoles 10 a las 7’35. ¿Qué han hecho con mi tiempo? ¿A dónde van las horas que no he usado? ¿Qué extraño arcano se las llevó?

El primer vuelo no va mal. Me dedico a leer casi todo el trayecto, “Loco por Donna”, de James Ellroy. Todo lo que he leído de Ellroy me ha gustado bastante. Éste es, sin embargo, un Ellroy algo diferente. De entrada choca ver una de sus novelas ambientada en épocas presentes (excepto la primera parte, que transcurre a principios de los 80’s). Por otra parte, por primera vez el protagonismo recae en la historia de amor. A media novela, me entra sueño y aprovecho para dormir. El avión parece ser que irá rápido, ya que de Hawaii al continente suelen haber corrientes de aire que van a favor. Le dan un nombre cachondo, el pineapple express. La llegada a L.A. me pilla dormido, sólo tenemos 30 minutos para localizar la nueva puerta de embarque y hay un pequeño momento de pánico. Todo se queda en un susto, sin embargo, subido en el nuevo avión, me doy cuenta de que ha habido una baja: con las prisas me he dejado el libro en el primer avión. Una putada, ya que estaba en el momento cúspide. En fin, no será por lecturas que me he llevado. Me quedan pendientes un libro de Makinavaja que encontré en un Carrefour al ridículo precio de un euro, y “Tòquio Blues (Norwegian Wood)” de Haruki Murakami. Doy buena cuenta del primero, y comienzo con ganas el segundo, un libro del que he oído hablar muy bien. No entiendo la estupidez del cambio de título, y me recuerda a esa costumbre que tenían los distribuidores de cine españoles de poner títulos totalmente diferentes a la traducción del original. Lo cuál no es siempre negativo, siempre me parecieron mejores títulos como “Con faldas y a lo loco” o “Con la muerte en los talones” que “Some like it hot” o “North by Northwest”. Desde el primer vuelo tengo un extraño dolor en la pierna derecha. Es una especie de tirón, y en un principio, me viene un ataque de hopocondría y lo achaco al síndrome de la clase turista. Luego me doy cuenta que es un estúpido resultado de haberme quedado dormido en una postura complicada.

Demasiadas horas en un lugar como éste

Hasta la llegada a NYC, la cosa va más o menos bien. Es una sensación extraña saber que Manhattan está a una hora de tren y no puedes ir para allá. En fin, queda pendiente. El último vuelo se me antoja muy pesado. Llevo bastantes horas y no veo el momento de llegar. Subimos al avión y me reencuentro con Toru Watanabe y la pánfila de Naoko… o eso me parecía entonces. Estaba en un momento de la novela en la que el desenlace quedaba muy, muy lejano. Algo pasa, no obstante. El avión parece que tarda en salir. Resulta que hay no se qué problema en la pista. Apesadumbrado, me doy cuenta de que ningún avión despega. Pasa media hora. Una hora. Ya me quiero morir. En ese momento el piloto anuncia un retraso de otra hora más, las azafatas sirven bebidas, yo estoy encajonado en ese asiento y estoy por pedirle a la azafata un gin-tonic con cianuro. Al final resultan ser tres horas (tres!!!!) las que me secuestran en ese avión. De poco sirven las palabras, las metáforas o la ironía. Lo paso realmente mal en ese rato.

El vuelo final se completa sin mayor incidencia, yo casi me termino el libro y estoy a punto de bajar a la pista de la terminal de El Prat y besar la tierra cual pontífice. Atrás quedaron San Francisco y las tragaperras de Las Vegas, y los clubes de L.A., y Hollywood y las playas de Hawaii. Estoy en casa, aunque no sé bien dónde estoy.

Canciones:

Sisa: “Qualsevol nit pot sortir el sol”
Los Planetas: “Segundo Premio”
Johnny Winter: “Good Morning Little Schoolgirl”

jueves, 22 de noviembre de 2007

USA Kar Tour 2007.Día 11: Adios... y malaho

Efectivamente, como cantaban Medina Azahara, todo tiene su final. Y el de mi estancia en Hawaii, y a la postre, de mi periplo americano, acababa hoy. Y malaho es otra de las pocas palabras del idioma original (¿hawaiano?) que se mantienen. Significa gracias.

La sensación era extraña. Parece mentira lo rápido que me adapto a las situaciones y los lugares. En seguida se me hacen familiares y soy capaz de adquirir todas esas pequeñas rutinas que cualquier ser humano necesita. Por ello, la sensación de saber que mañana todo ya habrá cambiado, me molesta. Y sin embargo, bueno, todavía tengo un largo día en la isla que tengo que aprovechar. De entrada, a la playa. Aprovechando que, como comenté hace unos días, mis horarios se han, digamos, adelantado, me desperté pronto, me marché a la playa con tiempo antes de que llegara la fatídica hora de las doce y del abandono obligatorio de mi habitación. Despedida de la playa de Waikiki, donde se celebró (ojo, anécdota estúpida) la ceremonia de la boda de Kurt Cobain y Courtney Love, supongo que sería 1992 o 1993.

El trámite de hacer la maleta fue costoso: ida, dos personas, tres maletas. Vuelta, dos personas (las mismas, eso sí), cuatro maletas. Y a duras penas!!! Por un momento pensé que debíamos comprar la 5ª maleta, y sólo con un esfuerzo de compactación considerable de enseres lo pude evitar. Odio la situación en los viajes,de ese último día. Sabes que debes marchar. Que la hora de marcha al aeropuerto pende cual espada de Damocles. Por mí, lo mejor sería marchar directamete ese día, justo al salir del hotel. Pero claro, por otra parte, quien puede renunciar a un soleado día más en Waikiki??

La comida de hoy es, para despedirme, en Jack In The Box, empresa de la que decido, debo abrir una franquicia en mi pueblo. No triunfaría, pero joder si comería a gusto. En fin, por más checkout que haga, mi siesta hawaiana no me la quita hoy ni el puto rey Kamehameha, reunificador de las islas. Aunque sea, esta vez en las hamacas de la piscina. Lo cuál me demuestra otra vez lo fácil que hubiera sido hospedarse en un hotel más barato y disfrutar de la terraza y la piscina de mi hotel. En fin, la próxima vez.


Él pone el arte... la fiera de los negocios es ella

Por la tarde decido dar un paseo y veo a un artesano en la calle tallando un tiki en madera. Ok, tikis he visto por todas partes, pero todos parecían muy artificiales, muy cutres. Sin embargo, este parece "auténtico". Los tikis molan. Son representaciones de dioses que tienen diversos significados en Hawaii, como salud, felicidad, espantar a los malos espíritus. Según me dijo la mujer del artesano, toda casa hawaiana debe tener uno. Qué me iba a decir, por otra parte. Pero vamos, sobra decir que me lo llevé. En mi defensa alegaré que la señora me hizo un descuento. Y para despedirme de la isla, disfrutar de una puesta de sol mientras saboreo algo que hacía años que no probaba y volví a tomar en la isla, la deliciosa y empalagosamente adictiva Vanilla Coke!! Es una pena que en España se sea tan tradicional con las bebidas. Casi nunca han triunfado sabores "alternativos", y menos si se trata de colas, a saber, la grunge Cherry Coke, la cutre Coke Lemon, la psicodélica Pepsi Crystal. Todas ellas llegaron y se estrellaron en la Celtiberia. La Vanilla Coke no llegó. Una pena.

Ríase vd. del Möet Chandon

En el aeropuerto, ya por la noche, vuelvo a tener una muestra de que Hawaii is different e incluso el personal de vigilacia es amable. Por esta vez, y a esto ya me había acostumbrado en EEUU, no me rastrean el equipaje como si de un delincuente se tratara. Supongo que esta vez me me largo del país, y claro, la cosa cambia. Y para despedirme de la isla, nada mejor que un espectáculo de hula, que lo ofrecen en el propio pasillo de las puertas de embarque del aeropuerto!! En serio, este sitio no deja de sorprenderme. Atrás quedan unos días fantásticos y por delante muchas, muchas horas de vuelo.

Canciones:

Jeff Buckley: "Mojo Pin"
David Bowie: "Life on Mars?"
Led Zeppelin: "Ramble On"

miércoles, 21 de noviembre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 10: Pearl Harbour o la conexión Catalunya-Hawaii

Hoy el día tiene un nombre propio, y no es otro que el de Pearl Harbour. Efectivamente, en la isla de Oahu está la base naval americana de Pearl Harbour, que en 1941 pasó a la historia por ser bombardeada por la aviación japonesa y precipitar, así, como quien no quiere la cosa, la entrada “oficial” de los EEUU en la 2ª Guerra Mundial. De modo que por la mañana tomo un autobús camino a la base militar. Yo, como otras decenas de turistas, esta vez abunda, sin embargo, el turista americano viejuno. De hecho, la visita real está en el Memorial USS Arizona, ya que obviamente, el recinto militar es privado. Es en esta base donde transcurre la historia en “De aquí a la eternidad”, que vi no hace mucho, y claro, cuando llego y observo al tipo de la recepción, vestido con el uniforme y ese sombrero de ala ancha militar como el que llevaba el sargento Maggio/Frank Sinatra, eso y recordar el film es todo uno. Por cierto, me encantan los autobuses hawaianos porque especifican muy claramente lo que está prohibido hacer dentro!!

En los autobuses hawaianos está prohibido mear, cagar y escupir... ¿está claro? Como en los de Barcelona no indica nada, supongo que se podrá...

Sin embargo, hay un problema. Hay una visita guiada, que es la que realmente te lleva al dichoso Memorial USS Arizona, y extrañamente es gratis, lo que ocurre es que se ha de pasar por grupos predeterminados, en un tour que incluye un documental, una visita y finalmente el monumento. Y me comunican que me debo esperar 2 horas… me temo que mi interés por Pearl Harbour no es tanto. Así que desisto y me doy un paseo por el museíllo que hay y por la parte visitable de la base. Todo muy peliculero, claro. Una pena lo del monumento, se trata de uno de los barcos que el bombardeo hundió, lo tienen bajo el agua y se puede ver desde una suerte de estructura por encima. Pero vamos, que no. Mi sorpresa del día viene al ir a salir y toparme en la recepción con una serie de trípticos explicativos, en varias lenguas, todas ellas indicadas en un cartel, con la bandera del país correspondiente. Cuál sería mi sorpresa cuando veo una senyera, entre todas esas banderas. Extrañado, le pregunto al militar por el panfleto en catalán. Parece no entenderme, y me pide que le señale la bandera. Al hacerlo, me dice “ah, castilian”. Al mirarle extrañado, me dice que ellos lo llaman así, que si no es eso. Le comento que no, que es “catalan” (así, en esdrújula en inglés) y me pregunta que qué diablos es eso del catalán. Y ya me ves a mí explicándole la realidad nacional catalana a un militar americano en Hawaii. Cuanto menos, surrealista. En fin, me hacía ilusión este fetiche, más sabiendo que ningún museo ni europeo ni español tiene información en catalán. En el tríptico reza “Agraïm la vostra donació”… hummm, me temo que la US Army se va a quedar sin donación por parte de Kar.

Por lo demás, la vida pasa apacible en estas islas. A la puesta de sol hay un espectáculo de Hula en el paseo de la playa. El hula es el baile típico de Hawaii, mezclado con muchas influencias de la música americana de los 40’s y 50’s. Esta noche, una orquestilla de 4 músicos y un cantante que es la versión hawaiana de Falete tienen espectáculo. Los bailarines son hombre y mujeres, y rompiendo el topicazo, ellas no van con faldita de paja (o lo que sea), sino con un vestido que estampado como la típica camisa hawaiana. Y para romper otro tópico diré que (y que se vea que generalizo impunemente) la hawaina auténtica, la de raza polinesia, no es una belleza ni mucho menos. Por lo general son unas gordas de pelo muy largo y eso sí, unos rostros agraciados. Pero vamos, otro mito por los suelos. El espectáculo, sin embargo, está bastante entretenido. Por la noche, para la cena, me reencuentro con un viejo amigo que seguro echaré de menos a mi vuelta a casa: Jack In The Box. La mejor hamburguesería de USA también en el estado 50º.

Una cuadrilla pasa después la mopa para limpiar los fluídos vaginales

Esta noche me dedico también a mirar por la tele otro programa que me tiene enganchado, también en VH1, se trata de Rock Of Love. En este caso, se trata de una suerte de Gran Hermano en el que una docena de chicas se encierran en una casa con un objetivo, conquistar a Brett Michaels, quien antaño fuera un rockero, cantante de Poison (banda que tuvo algunos singles majos en los 80’s) y ahora es una parodia de sí mismo. Pero mola, las chicas son todas aspirantes a camarera de bar rockero, bastante buenorras en general, bastante patéticas también. Y Brett se dedica a pasearse de tanto en tanto por la casa (no vive allí), a lucir modelazos que harían las delicias del actual Steven Tyler, a poner morritos en su cara repleta de botoxx y a dejarse querer. En fin, ya lo comentaba hace unos días con Peter Fonda. Es evidente que Brett Michaels no fue nunca Axl Rose, ni Poison una banda que pasará a la historia del rock n’ roll, si bien hits como “Talk dirty to me” o “Every rose has its thorn” están más que bien. Supongo que todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida. Michaels, por cierto, es un amante del arquetipo rubia con tetas, de hecho mantuvo una larga relación con Pamela Anderson antes de que esta se casara con Tommy Lee, cosa que atestiguan algunos videos cerdos de la pareja que rondan por ahí. Pero vamos, que después de haber visto a Ozzy o a Gene Simmons, yo ya no me sorprendo de nada.

Canciones:

Paul Westenberg: “Dislexyx heart”
Weezer: “Undone (The sweater song)”
Poison: “Talk dirty to me”

domingo, 18 de noviembre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 9: Sandy Beach, baby

Se supone que estoy en Hawaii, ¿no? Se supone que esto debe estar lleno de playas más o menos paradisíacas, alejadas del bullicio de Waikiki. Una vez más mi perrería para alquilar un coche me pasa factura, y sin embargo, me entero de que hay una playa maja alejada de Honolulu, a la que se puede acceder con cierta facilidad mediante un autobús. De modo que aunque hoy el día ha despertado gris y el cielo cubierto de nubes, diablos, tengo que ir a ese lugar, ni que sea por su sugerente nombre: Sandy Beach.

Ok, el día está chungo, y más a medida que nos acercamos a Diamond Head, cuya cumbre está siempre nublada, lo cuál proporciona una estampa bonita cuando uno ve un sol resplandeciente en Waikiki y una cumbre borrascosa al fondo. Cuando llegamos, tras unos cuarenta minutos de bus, definitivamente el día no mejora, y hace un aire considerable. Mejor, pues se trata de una playa perfecta para los surfistas, que pueblan sus aguas. Y al fondo, nada de hoteles enormes. Sólo una montaña y vegetación. Mola. Al acercarme al agua, me doy cuenta de que la cosa está chunga. Un oleaje atroz y una corriente peligrosa. Me meto, claro, pero pronto me doy cuenta de que mejor no alejarme más de 10 metros de la orilla. Soy un buen nadador, y me gusta nadar en el mar, alejándome de la orilla. Pero por eso, precisamente, sé que sería una imprudencia muy peligrosa hacerlo en Sandy Beach. Tal vez sea por ello que en una playa no tan grande hay 2 casetas de vigilante, y que en toda la playa hay plantados unos carteles de lo más gráficos.


Que no se diga que no avisan...

Pero está bien, y me divierto como un enano saltando olas verdaderamente grandes y potentes. Poco después me entero de que Sandy Beach es la playa con más avisos a emergencias de todo Hawaii, muchos mueren por rotura de cuello (por los revolcones con las olas), otros sufren lesiones medulares, y hay un gran número de ahogados cuyos cuerpos no se encuentran, debido a que la playa da a la corriente del canal entre islas. Ni que decir tiene que disfruto como un enano.


La mar está brava en Sandy Beach

Llevo bastantes días fuera de casa y mi alimentación ha dejado mucho que desear, de modo que me propongo, en lo sucesivo, comer más decentemente. Y es que es muy fácil acostumbrarse a los desayunos continentales, a las hamburguesas para comer y a cualquier otra mierda para cenar. Esto es América, aquí es todo grasiento y sobre todo, muy grande!!

Durante estos días me he enganchado a un programa titulado I Love New York, de VH1. En realidad es un reality en el cual una serie de maromos (10 o 12) han de convivir y pasar una serie de pruebas para ligarse a una tal Tiffany Pollard, conocida como “New York”. Y aunque con un cuerpo voluptuoso, la tal New York es una negra fea y gritona, una individua con la que no aguantaría yo ni 10 minutos en la misma habitación. Y sí, el programa proporciona vergüenza ajena en cantidades industriales, pero hey, me he enganchado!! Antes de mi siesta, necesito saber qué tal van los avances de los pretendientes!! Y por supuesto, mantenerme al día de la actualidad de la Pantoja de USA, Britney Spears y el show con sus hijos.

Canciones:

Dean Martin: “That’s Amore”
Más Birras: “Cass, la chica más guapa de la ciudad”
Mott The Hople: “The Golden Age of Rock N’ Roll”

sábado, 17 de noviembre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 8: Waikiki mon amour

Está claro que la cosa, en esta isla, no va de grandes visitas culturales, ni de emociones fuertes, ni siquiera de gran actividad, por lo menos no otra que no consista en retozar en la playa y aprovechar las bonitas puestas de sol en Waikiki para dar paseos, entremezclándome con la muchedumbre de pintoresco turismo.


Hoy hay una absurda visita que nos lleva a los pies del Diamond Head, el volcán más famoso de la isla de Oahu, y una pequeña tournée por Honolulu. Comenzaremos por el final diciendo que Honolulu es una ciudad bastante fea, con un interés casi nulo. Hablo, obviamente, de la Honolulu "real", no ese extraño Port Aventura que constituye el sector de Waikiki. A la ladera del Diamond Head está una urbanización más o menos de lujo, exáctamente donde vivía Higgins, el jefazo de Magnum. Pero vamos, que el interés acaba ahí. Nuestro guía es un argentino que se llama, cómo no, Diego. Desde que uno aterriza, por todas partes oye recomendaciones de una especie de parque temático que es el Centro Cultural Polinesio. La visita dura un día entero y cuesta pasta, y la verdad, no estoy convencido. Cuando ya cojo algo de confianza con nuestro guía para esa cutre excursión por Honolulu, Diego, le comento mis reservas ante esa visita al Centro dichoso. Le acabo sonsacando que es "una mierda" (dixit) y que se "avergüenza de llevar a los turistas allí". Ok, se puede decir más alto pero no más claro. Nada de Centro Cultural Polinesio.

Una cosa me llama la atención, y es el orgullo que siente este pueblo, de su extinta monarquía. Resumiendo, un rey de nombre muy cachondo, Kamehameha, fue capaz de unificar a base de invasiones a todos los pueblos del archipiélago, y establecer una dinastía monárquica que se extendió hasta finales del s.XIX. Resulta curioso ver la admiración hacia esa familia real, que durante el s. XIX había adquirido las estructuras y los hábitos de cualquier rancia monarquía europea. Como comenté, la monarquía Hawaiana fue derrocada a finales del s.XIX con la connivencia de los Estados Unidos, y ahora poco queda, más allá de estatuas y algún que otro monumento. Pero insisto, no estoy por la labor de ir poco más allá del relax, playas y paseos.
La temperatura es muy buena, no hace un calor aplastante y por la tarde, cada día, cae lo que doy en llamar "la lluvia de las seis". Efectivamente, todos los días, sobre esa hora caen cuatro gotas, durante unos minutos, lo suficiente como para refrescar un poco el ambiente. Mis horarios cambian totalmente, me levanto antes, como antes, ceno mucho antes y me retiro al hotel a horas en las que en casa ni habría pensado. En mis paseos por Waikiki aprovecho para adaptarme a la costumbre turística local y adquiero abalorios (collarcitos y pulseras) que obviamente uno puede encontrar en cualquier mercadillo jipioso, pero diablos, estoy en Hawaii, y es lo que toca. Aprovecho también para hacerme con una camisa hawaiana. Sospecho que se trata de una prenda que es posible sólo luzca en estas tierras, y llegado a casa, acabe por no ponerme. Cosas de ser un mitómano (y tener un punto hortera, lo reconozco). Por las noches abundan los locales rancios, de hace varias décadas, donde se recluyen los turistas americanos más mayorcetes. Una pequeña banda toca estándares como "Sway" y esta ranciedad, el ambiente asiático y estas melodías antiguas hace que me recuerden a las localizaciones de Saigón de las películas sobre Vietnam de los 70's.


Los moteros más míticos del cine de los 70's

Como me dedico a vaguear, aprovecho para leer la última novela de James Ellroy, "Loco por Donna", y para ver algo de tele americana. Me llevo una pequeña decepción cuando veo al mítico Peter Fonda, coprotagonista de Easy Rider, presentando un anuncio de teletienda en el que se vende una colección de CD's con música de los 70's. El anuncio ahonda en el más triste patetismo (ya sabéis, ese tono que lo mismo sirve para vender cuchillos que un aspirador o que, en este caso, una colección de CD's). Entiendo, claro, que todo el mundo tiene derecho a vivir y a ganarse cuatro perras, aunque sea a base de arrastrar por el barrio la leyenda del motero más mítico (con permiso de Dennis Hopper) del cine. En fin, que una pena.
Canciones:

The Bellrays: "Fire on the moon"
Raging Slab: "Don't Dog Me"
Smashing Pumpkins: "Drown"

miércoles, 14 de noviembre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 7: Aloha from Hawaii

Es demasiado temprano como para ni siquiera mirar el reloj, cuando nos dirijimos al aeropuerto, hacia el último destino de mi periplo americano, ni más ni menos que Hawaii!!! (sufrid, mortales). Pues sí, damas y caballeros, y es que tras el palizón de kilómetros y el aluvión de nuevas experiencias, unos días de descanso en un paraiso tan idílico como repleto de mitología como Hawaii está más que merecido.

Hawaii, the Aloha State

La llegada al aeropuerto de Honolulu tiene el plus de recibimiento con collarcito de flores, de lo más asquerosamente tópico. Yo hubiera preferido recibir el presente de manos de una bailarina de hula en lugar de las de un canario al que avatares de la vida llevaron al archipiélago hawayano y hoy nos acerca al hotel. Haciendo una lección de geografía rapidita, hay que decir que Hawaii es el estado 50º de los EEUU, y aunque está formado por varias islas, el 80% de la población se encuentra en la isla de Oahu, donde está la capital, Honolulu, mientras que en el resto de islas, la población es testimonial, inexistente o formada únicamente por científicos vulcanólogos. Honolulu es, pues, un lugar de contrastes. Por un lado está el hecho de tratarse de una ciudad plenamente asiática, más cercana a Manila o a Bankok que a cualquier capital de estado americano. Lo cuál le da un encanto especial, por lo menos para un europeo. Sin embargo, tiene un downtown de altos edificios de oficinas, como mandan los cánones de las ciudades americanas. Y finalmente está la parte de Waikiki, que es la que concentra los hoteles, las playas y el 99% del turismo.

La mejor playa de Waikiki

Y hay que decir que a nivel de complejo hotelero playero no difiere mucho de lo que puede ser cualquier otro situado en cualquier otra parte del mundo, a saber, un paseo en la playa, bordeada por los hoteles de mayor lujo, y por las calles adyacentes, hoteles de menor lujo. Mi hotel es de los primeros, y en seguida me doy cuenta del error. Desde luego que para bajar a la playa tan sólo debo cruzar la calle, sin embargo, por las calles de detrás hay otros que tienen una pinta parecida, para acceder a la playa tan sólo hay que caminar 5 minutos y a buen seguro que son bastante más baratos. En fin, para la próxima vez... si la hay.

De lo primero que llama la atención de Waikiki en particular, y de Hawaii en general, es el hecho de que el 70% del turismo es japonés, y el resto lo componen una mayoría americana, chinos y algunos europeos. Pero vamos,que japoneses, a punta pala. De hecho, muchos de los carteles están en inglés y japonés, idioma que también hablan muchos locales. Por otra parte, la población Hawaiana autóctona (vamos, polinesia) es escasa, y se mezclan con blancos americanos y mucho oriental (descendientes de inmigrantes chinos, japoneses y coreanos que llegaron para trabajar los cultivos a finales del siglo XIX y primeros del XX).

La playa de Waikiki es la típica playa de arena fina y palmeras, pese a tratarse de una playa "urbana". El mar es traicionero en esta zona, de modo que en algunos tramos han construido un pequeño muro que recoge un poco el agua y protege a las familias japonesas de los envites de olas y de corrientes con mala leche, convirtiéndola en una especie de piscina de agua salada. Afortunadamente, no toda la playa es así, y definitivamente es mejor la parte "no protegida".En seguida uno nota la total dedicación al turista que tiene este pueblo. Todo está previsto para que el turista pueda disfrutar de comodidades y gaste su dinero. La zona de Waikiki está llena de tiendas de chorraditas, pero también de tiendas de ropa y complementos, de medio nivel hasta de lujo, así como también de bares y restaurantes. Y la amabilidad hawaiana bordea la repelencia.


El muro de protección de la playa de Waikiki

Aloha es la palabra que se escucha constantemente. Aloha significa "hola", "adios" y "amor". La lengua originaria hawaiana casi ha desaparecido, sin embargo algunas palabras se mantienen. Aloha es una de ellas. De hecho, cada estado de USA tiene una denominación, por ejemplo, California es el "Golden State", denominación que se plasma en las placas de las matrículas de los coches. En los de Hawaii, hasta hace muy poco, era "Hawaii, rainbow state", con un arco iris dibujado. No hace mucho, lo cambiaron por "Hawaii, Aloha State", por aquello de evitar la relación Rainbow-homosexuales. En fin, que aloha por todas partes.Y japoneses, también por todas partes, logrando lo que no lograron en el 1941, invadir la isla. Me encantan los japoneses, son totalmente extremados al vestir, tanto ellos como ellas, especialmente los más jóvenes, llevando todas las modas al límite, y sin embargo, con una actitud tan recatada. A pesar de lo extremadamente turístico que es, sin embargo, Hawaii mantiene su encanto asiático y su mito, reforzado por las películas de los 50's y 60's,por Elvis, por Magnum y por los surfers. Lo dificil es encontrar la esencia hawaiana más polinesia. Y es que parece que la esencia hawaina que permanece es la de las pelis de Elvis y Magnum.
Canciones:
Iggy Pop: "Nightclubbing"
Christina y los Subterráneos: "Dile a papá"
Pixies: "Where is my mind?"

domingo, 11 de noviembre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 6: Lost Angels

Al final me doy cuenta de que no es posible moverse por L.A. sin coche. De modo que para hoy, contrato una pequeña excursión de una mañana en la que nos llevan a los puntos más significativos de la ciudad. La primera parada, muy cerca del Downtown es el Dorothy Chandler Pavilion, donde hasta hace poco se entregaban los oscars. Lo cierto es que sin alfombra roja, ni focos, ni estrellas, resulta de lo más anodino. Y sin duda, el Kodak Theatre tiene mejor situación, en pleno Hollywood Boulevard. De camino pasamos por la catedral de L.A., un horroroso edificio de Rafael Moneo, eso sí, obviamente con su parking con capacidad para cientos de coches. Está claro que ésta es una ciudad construida pensando en el desplazamiento en automóvil. Pero antes de convertirse en la enorme conurbación que veo, donde se incluyen entidades administrativas como Santa Monica o Beverly Hills, Los Angeles fue una colonia española, catalana, para más señas, fundada sobre una misión. Esta misión y un par de edificios más, pertenecientes todos a principios del siglo XVIII, se conservan de un modo muy pintoresco en medio de las moles de edificios del downtown, en un recinto que llaman “El Pueblo”. La visita no tiene mayor interés que la propia anécdota, los edificios están conservados tan artificialmente que parecen los decorados de Mexico de Port Aventura. De modo que sin mayor dilación, nos dirigimos a uno de mis objetivos del viaje, Hollywood Boulevard. Ok, te lo puedes tomar como algo decepcionante, o como algo mágico. Depende de con qué mentalidad vayas. Es evidente que en una avenida tan enorme como Hollywood Blv. resulta imposible mantener el sabor clásico. Incluso podría decirse que en algunos tramos se encuentra en una franca decadencia, lo cuál no deja de tener algo de atractivo. Por supuesto las míticas estrellas cubren las aceras, pero pierde su gracia cuando al lado de estrellas como John Barrymore o The Doors puedes ver estrellas como las de Chris Rock o Emilio Stefan. Es mejor, pues, fijarse en aquellos puntos que mantienen su encanto, bares y restaurantes que ya frecuentaban las estrellas del cine mudo, los primeros cines de la ciudad u hoteles como el Hollywood Roosevelt, donde en 1929 se entregaron los primeros premios Oscar de la historia.

Otra cosa es el Teatro Chino de Hollywood Boulevard. La propia fachada te transporta a lo que se dio a llamar “la magia del cine” y por supuesto, están las huellas, esta vez sí, de los más grandes. No puedo evitar el poner mis manos en las huellas de Dean Martin, de Al Pacino o del mismísimo Frank Sinatra. Y aunque ni siquiera este lugar está exento de concesiones a la comercialidad más actual (había, por ejemplo, una losa con las huellas de los críos actores de Harry Potter), resulta de lo más interesante del paseo. Porque luego está el Kodak Theatre, donde se hacen las galas de los Oscar en la actualidad, pero está carente de personalidad y el interés se centra en la propia mitomanía. Para que os hagáis una idea, al lado del teatro hay un centro comercial y a veces es difícil distinguir dónde acaba el centro y dónde comienza el teatro. Este centro incluye, no obstante, un mirador hacia el mítico cartel de Hollywood, que está la hostia de lejos, aunque en el cine dé otra sensación.

Homenaje al gran Frankie

La última parte de la visita tiene menos interés. Se trata de un tour por Beverly Hills, para ver las mansiones y los cochazos de lujo, y acabar en Rodeo Drive, cuyo único interés reside en alojar las tiendas más caras de la ciudad. Un aburrimiento, vamos. Nos vale, sin embargo, para acercarnos a la parte de Santa Monica, así que en tan sólo media hora de autobús (y eso, en esta ciudad, es muy poco), nos plantamos en una de las míticas playas angelinas. Lo más gracioso es pasear por esas playas que había visto tantas veces en “Los Vigilantes de la Playa”, serie de la que me declaro fan, por lo menos de las primeras temporadas. El día está soleado y aunque ya no hace época de baño, sí hay gente tomando el sol o paseando. Por supuesto, aprovecho para tomarme fotos en las casetas de los vigilantes y frente al mítico 4x4 amarillo. Y un buen paseo nos lleva a Venice Beach.

Venice Beach es de los pocos sitios de L.A. que conservan su aureola hippie. Los hippies siguen viviendo allí, como antaño lo hicieron los beatniks (como Charles Bukowsky), aunque se trata de una zona que se ha degradado bastante en los últimos 20 años. De hecho, te recomiendan que vayas y pasees, pero que te largues antes de que se ponga el sol. Entonces el paseo lo ocupan las bandas callejeras, principalmente de hispanos. Y efectivamente, durante el día las bandas están por ahí, pero se entremezclan con una amalgama de hippies de la vieja escuela, jóvenes hippies, homeless (alguno de ellos también muy joven), tipos que tocan la guitarra, otros los bongos, pintores callejeros, vendedores de chorradas y muchas tiendas de camisetas, recuerdos, ropa, y tonterías varias. Me compro un par de camisetas rollo vintage de Led Zeppelin y de Rolling Stones muy guapas. Y hacia el final, está el gimnasio al aire libre donde muchos culturistas entrenan, como lo hizo en su día Gobernator. En esta zona también se junta mucho freak callejero, como uno que suelen nombrar en Popular 1, por aparecer en la peli documental de Perry Farrell, quien vivía en este barrio, que por cierto, le pegaba completamente. El tipo se pasea con sus patines tocando una guitarra eléctrica, y tuve el pequeño privilegio de verle. Y acabo descansando un rato sobre la arena, donde se supone que una vez se encontraron Jim Morrison y Ray Manzarek, y este último se quedó flipado de uno de los poemas/canciones que le cantó Morrison, y donde le propuso juntarse para hacer música.

El freak más popular de Venice Beach

Tras una tarde de playa, decido reencontrarme con un viejo amigo, Amoeba Records. Efectivamente, también hay una sucursal en L.A., en el 6400 de Sunset Blv. Lamentablemente, el material de oferta no es tan tirado de precio como en San Francisco, ni tan potente. Aún así, salgo con 8 CD’s al triste precio de 32 $, aunque me sabe a poco, después de lo de Frisco. Al salir son ya las 21h y mi estómago me pide cena. Justo enfrente de Amoeba hay un restaurante de fast food de la cadena Jack In The Box. En realidad no es tan diferente del mardonals hispánico. Pero sí hay algo distinto. En JITB las hamburguesas son más grandes y más buenas. Y el precio, más barato que en los burguers españoles. Y no quisiera cerrar el tema comida sin alabar una costumbre americana que se debería importar ya: el bottom-less glass. Aquí no te dan la bebida, te dan el vaso y tú mismo vas al expendedor de coca-cola (o lo que sea) y te lo llenas. Y si a media comida se te acaba, pues te lo vuelves a llenar. Esto suele estar disponible en muchos restaurantes, sean cadenas de comida rápida o sean pequeños establecimientos.

La mejor cadena de hamburguesas de la costa oeste

Y si ya he comprado y ya he cenado, toca tomarse una copa. Me apetece algo tranquilo, de modo que esta noche me decanto por el Cat Club. El Cat Club es relativamente nuevo, se abrió en 1999, al lado del Wisky A Go-Go, y pertenece al batería de Stray Cats, Slim Jim Phantom. Una vez más, mi sorpresa llega al entrar y ver lo pequeño que es. Tres mesas, una barra, un mini-escenario, y ya está. Vamos, que la sala Mephisto de Barcelona es bastante más grande. Sin embargo, está decorado con mucho gusto y resulta un local con encanto. Tiene un toldo negro a la puerta, que está decorada con motivos de leopardo. Dentro, esas características llamas pintadas en la pared, típicas de decoración rockabilly, y unas fotos de rockstars, bien colocadas y bien enmarcadas, y asientos en rojo. En definitiva, buen gusto.

Altamente recomendable

Esta noche toca un tipo que hace un show acústico. La música me recuerda al Brian Adams de los 80’s y él se parece a Tyla pero con 20 años menos. No está mal. Los siguientes son una banda multirracial que hacen un estilo intentando acercarse a Tom Waits pero con sonoridades rollo Radiohead. En fin, poner esos referentes resulta casi insultante, ya que son un auténtico coñazo. Así que estos tipos precipitan mi vuelta al hotel y a la postre, mi despedida de L.A., dándome cuenta de que tengo que volver a este lugar. Tal vez oiréis que L.A. no es una ciudad bonita. Incluso escucharéis que “no vale nada”. Es evidente que no es un lugar para pasear. Pero una ciudad con una oferta tan brutal de experiencias, de mitomanía, de arte, de música, de bares, de tiendas, de restaurantes, de deportes, de playas, y todo eso por no hablar de las posibles excursiones al desierto, a las montañas, etc… en fin, que tengo que volver algún día.

Canciones:

La Frontera: “Judas el miserable”
John Lennon: “Working class hero”
ZZTop: “La Grange”